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El pequeño de Caminha ya entrena con la prótesis de plástico
En el álbum familiar del pequeño Diogo se colocaron el jueves nuevas fotografías. Tras páginas dedicadas a cumpleaños, Navidades y primeros pasos, se pegaron las imágenes del niño bajo un epígrafe preparado desde hacía semanas: «Hoy, 8 de septiembre, Diogo aplaude por primera vez».
El pequeño camiñense tomó conciencia hace dos días del botín que conquistó en las dos riberas del Miño. Después de entregar las 19 toneladas de tapas de plástico y envases enviados desde toda Galicia y Portugal, le ha colocado en Matosinhos la mano estética con la que arranca la recta final para el comienzo de su nueva vida. La jornada comenzó entre lágrimas, según su madre Elisabete. «Primero se asustó y lloró mucho durante unos quince minutos», explicó. Pero los sollozos duraron tanto como el tiempo que tardó en coger una pelota o aplaudir. «Entonces fue como una explosión, todo un acontecimiento», afirma emocionada Elisabete.
Como cualquier otro niño, pero con el arrojo aún más acentuado que caracteriza a Diogo, el no quiero inicial se convirtió después en una especie de «no sin mi mano». Lo habitual es que, aunque precisamente la prótesis plástica se ponga para que los niños se vayan acostumbrando a la extremidad y lleguen familiarizados hasta la mano mioeléctrica, que solo la pongan un rato cada día. «A Diogo ahora no hay quien se la quita», bromea. Y La Voz pudo comprobar cómo además el pequeño conquistador sigue camelándose a todos. Desde la tarde del jueves Diogo solo tiene ojos para su mano y contagia al mundo su sonrisa con el brazo extendido y un impagable «soy fuerte». En menos de un mes, con la siguiente prótesis, podrá agarrar con dos dedos.
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Al colegio con los niños de Tui
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Como cualquier otro niño, pero con el arrojo aún más acentuado que caracteriza a Diogo, el no quiero inicial se convirtió después en una especie de «no sin mi mano». Lo habitual es que, aunque precisamente la prótesis plástica se ponga para que los niños se vayan acostumbrando a la extremidad y lleguen familiarizados hasta la mano mioeléctrica, que solo la pongan un rato cada día. «A Diogo ahora no hay quien se la quita», bromea. Y La Voz pudo comprobar cómo además el pequeño conquistador sigue camelándose a todos. Desde la tarde del jueves Diogo solo tiene ojos para su mano y contagia al mundo su sonrisa con el brazo extendido y un impagable «soy fuerte». En menos de un mes, con la siguiente prótesis, podrá agarrar con dos dedos.
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