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Dicen los científicos de la arqueología que se encargaron de la puesta a punto del castro de Baroña en el prólogo del verano que, como algunas relaciones sentimentales, resulta «adictivo». Lo justifican argumentando que «al hacer una cosa, al momento surgen otras que requieren tiempo y, cómo no, dinero». Durante décadas, este icono de la historia castreña de Barbanza y Galicia aportó a una gran parte de las visitas que recibe una aureola de misticismo, que además implica una sensación de libertad. Cada año son más de 100.000 los curiosos que lo recorren. Aun así, este símbolo cayó en el olvido, no popular, pero sí administrativo, ya que desde los setenta sobran los dedos de una mano para contar las campañas arqueológicas que se llevaron a cabo.
Ahora, el escenario es diferente. El yacimiento ha sufrido un lavado de cara. Las mejoras son evidentes en dos de los tres barrios que componen este asentamiento formado por unas cincuenta viviendas circulares que están a la vista, aunque existe constancia de que hay otras todavía enterradas. Los trabajos duraron un mes y el resultado ha sido óptimo. A lo largo del verano, el termómetro que representa la opinión de quienes lo visitan daba siempre un saldo positivo. También hay que subrayar que las estructuras asentadas han soportado con creces el desgaste que supone el paso de un turismo no siempre cívico.
Desde que en el epílogo del 2010 se diagnosticaron seis zonas comatosas, el empuje de diferentes agentes sociales y la predisposición de algunas Administraciones ha derivado en una serie de avances que vieron la luz de una manera práctica este verano. Primero fue la aprobación de un plan especial específico, luego la declaración de bien de interés cultural (BIC) y por último una intervención arqueológica de urgencia para frenar su agudizado deterioro. Por eso, hoy ya se puede decir que este castro -el más visitado de Galicia junto con el de Santa Trega, en A Guarda- empieza a ver la luz después de años de olvido administrativo.
Por barrios
El proyecto que ganó el concurso público para acometer la actuación urgente que el castro demandaba se centró en dos partes principalmente. La primera fue la puerta de acceso que se encuentra en la muralla principal. Esta era una de las zonas que más atención requería. Los responsables de los trabajos tuvieron desde el principio un premisa clara: respetar la arquitectura castreña original.
El suelo del pasillo que hay en el acceso se despejó de elementos utilizados en campañas pretéritas, respetando los escalones primitivos. La limpieza de la muralla, ya dentro de la fortaleza, dio lugar a un hallazgo que alimenta una teoría inédita: se trata de dos escaleras que, se cree, servían para acceder a unos puestos de vigilancia que estarían en lo alto de esa misma entrada, un elemento que da una idea de la magnitud que tenía el asentamiento.
Uno de los elementos que más llaman ahora la atención es la muralla principal del castro (margen izquierdo de la imagen superior). Hasta junio estaba formado por dos muros separados por una cavidad. Ahora, siguiendo los patrones arquitectónicos castreños, el hueco está rellenado, lo que hace que la estructura sea mucho más resistente y basta. En el entorno de esta muralla, las estructuras de las viviendas (sobre todo una muy deteriorada, adosada a la muralla) han sido asentadas recuperando su forma original.
El segundo barrio, o núcleo poblacional, se encuentra a los pies del pico rocoso más alto. Aquí, al igual que en el resto del asentamiento, fueron muchos los hallazgos que aparecieron por sorpresa durante el mes de junio. El primero es la orientación de las viviendas, lo que permitió abrir sus puertas de acceso, pasando de ser círculos de piedra a evidenciar su forma original. Mención especial merece la restauración de la vivienda más grande, de forma ovalada, que estaba casi destruida y con el tiempo se había convertido en camino de acceso a la parte alta del asentamiento. Aquí, el trabajo fue considerable. Además de rellenar con tierra el suelo, a modo de muro de contención, fue necesario reconstruir en una gran parte la casa.
Doble valor
El nuevo y ordenado aspecto con el que se encontraron los visitantes este verano ha ejercido una influencia didáctica sobre los mismos, tal y como sostiene Ángel Concheiro, uno de los responsables de la intervención efectuada en junio. «Hasta este verano en Baroña no existía entre los visitantes un sentimiento de conservación, algo que este año sí que se ha dado. El desgaste ha sido mínimo, salvo algún pequeño detalle, y la actuación ha resistido correctamente el paso de los miles de turistas que lo han pateado, y eso es una gran noticia, ya que la gente ha visto que el trabajo hecho hay que mimarlo para que todos podamos disfrutar de esta joya en las mejores condiciones».
Lo cierto es que este trabajo de concienciación, llevado a cabo por medios de comunicación, expertos y alguna Administración, resulta evidente, sobre todo cuando no hace tanto el castro de Baroña servía, entre otras cosas, como campo entrenamiento para la práctica del motocrós.