No hay duda de que entre la respetable clase política hay muchos que ejercen de espaldas a la realidad, ignorando el mensaje de la calle, tapando los ojos y los oídos, pero con la boca presta para vender. Mientras unos alaban las decisiones del gobierno amigo, otros las embadurnan de dudas, por no decir de otra cosa más viscosa. Paralelamente, los administrados abren los ojos y agudizan los oídos, pero cierran la boca, como si esperaran algo más que los cantos de sirena en forma de planes identificados con una letra e cuyo implante de eñe parece un mareo pasajero.
Esos planes para generar empleo, obra y gracia del (des) Gobierno ZP, recorrieron estas últimas semanas los plenos de las corporaciones municipales de la comarca. Son pan para hoy, y, por encima, buena parte de ellos no ocuparán a vecinos residentes en la zona porque, para empezar, la propia Administración que saca el conejo de la chistera impide el acceso libre al concurso de obras, ya que, para concurrir, la empresa debe tener una acreditación para acceder a obra pública que solo se obtiene haciendo trabajos para organismos oficiales. ¿Lo entienden? Es algo así como: usted me hace la obra si tiene estos puntos, pero yo le doy puntos si me hace una obra, y yo no le doy una obra porque no tiene los puntos, si quiere los puntos, me tiene que hacer obras... y así hasta el infinito. Lo que queda por saber es ¿cómo han conseguido la puntuación las constructoras que sí pueden concursar? Dicen que es posible, pero uno no lo entiende.
Mientras las corporaciones municipales buscaban en enero los proyectos a incluir en los planes de la letra e mareada, la oficina de empleo de Boiro echaba humo tramitando papeles para habilitar en el mercado laboral a casi cuatrocientas personas más de las que estaban activas el mes anterior, de tal forma que en los balances del paro que abrieron febrero, los municipios de Arousa norte (Rianxo, Boiro, A Pobra y Ribeira) se convertían en algo así como la tribu gala de Astérix y Obélix, donde el druida Panoramix (las conservas) preparó la suficiente poción mágica para frenar a esos locos romanos (las cifras de desempleo). Lástima que los de la e mareada no cayeran en la marmita que multiplicase sus fuerzas y agilizase su ingenio, al menos para que dejaran de bailar ese casachop de indecisas decisiones (valga la redundancia) que amenaza con acabar hasta con las ganas de salir de casa.
Y luego están los efectos colaterales que acarrean las actuaciones anticrisis. Si, por lo general, es difícil encontrar caras conocidas en las cuadrillas de obreros que levantan calles y aceras al amparo de la e mareada, el sufrido ciudadano, quemado por el paro, por el anuncio del no retraso de la edad de jubilación, o la no ampliación de los años mínimos computables para la pensión, o el hundimiento de la bolsa, o el cobro de la primera nómina con el IRPF incrementado, se tira de los pelos en los atascos provocados por los semáforos de obras que invaden los cascos urbanos y las carreteras secundarias ocasionando un colapso y una lentitud propias de un desfile mortuorio que es, al fin y al cabo, el reflejo de la actualidad.
La cosa está chunga, no cabe duda, pero en este territorio del sur de la provincia de A Coruña sí hay «brotes verdes». El primero, la actividad de las conserveras, que ha esquivado la crisis general; el segundo, la mejora de las comunicaciones por carretera que se completará con la vía de alta capacidad de Noia; y la tercera, porque si hemos sobrevivido a un aislamiento histórico, ¿no superaremos el mareo de la e?.
La Voz de Galicia 7/2/2010
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