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Lugares como Ribeira, Porto do Son y Noia se llenaron de lágrimas y lamentos en los entierros de sardinas y felipes
Después de unas jornadas en las que el colorido, la fiesta y la alegría fueron las notas predominantes, el jolgorio se tornó ayer en una pena profunda y el negro tiñó las calles de la comarca. Y es que la mayoría de los barbanzanos despidieron ayer a don carnal con una profunda pena y vestidos de luto riguroso.
Salvo en el municipio boirense, donde el Felipiño de Lampón, la sardina de Boiro y el Óso de Abanqueiro recibirán sepultura el domingo, en el resto de la comarca ayer fue una jornada triste. El carnaval se despedía hasta el próximo año y se repitió la letanía de cada martes de entroido.
Una multitud acompañó a los difuntos -el Felipiño en Porto do Son y Ribeira y la sardina en Noia- en su recorrido por las calles hasta el punto y final del trayecto: la incineración de las figuras que cada año se reencarnan para revivir el carnaval.
Amplio séquito
Como manda la tradición, al anochecer comenzaron los desfiles por las calles en el último paseo de felipes y sardinas, unos recorridos en los que no faltaron unos concurridos séquitos con todos los ingredientes propios de este tipo de actos luctuosos.
Plañideras, a cada cual más ruidosa en sus lamentos, charangas, sacerdotes y vecinos de a pie, unos vestidos de calle y otros resistiéndose a guardar los disfraces hasta el próximo año, participaron en la procesión para dar su último adiós al carnaval. Por supuesto, tampoco faltó el fuego propio de los entierros, y en lugares como la plaza de Pontevedra ribeirense pudo verse todo un espectáculo pirotécnico regado por las lágrimas de los presentes.
Después de unas jornadas en las que el colorido, la fiesta y la alegría fueron las notas predominantes, el jolgorio se tornó ayer en una pena profunda y el negro tiñó las calles de la comarca. Y es que la mayoría de los barbanzanos despidieron ayer a don carnal con una profunda pena y vestidos de luto riguroso.
Salvo en el municipio boirense, donde el Felipiño de Lampón, la sardina de Boiro y el Óso de Abanqueiro recibirán sepultura el domingo, en el resto de la comarca ayer fue una jornada triste. El carnaval se despedía hasta el próximo año y se repitió la letanía de cada martes de entroido.
Una multitud acompañó a los difuntos -el Felipiño en Porto do Son y Ribeira y la sardina en Noia- en su recorrido por las calles hasta el punto y final del trayecto: la incineración de las figuras que cada año se reencarnan para revivir el carnaval.
Amplio séquito
Como manda la tradición, al anochecer comenzaron los desfiles por las calles en el último paseo de felipes y sardinas, unos recorridos en los que no faltaron unos concurridos séquitos con todos los ingredientes propios de este tipo de actos luctuosos.
Plañideras, a cada cual más ruidosa en sus lamentos, charangas, sacerdotes y vecinos de a pie, unos vestidos de calle y otros resistiéndose a guardar los disfraces hasta el próximo año, participaron en la procesión para dar su último adiós al carnaval. Por supuesto, tampoco faltó el fuego propio de los entierros, y en lugares como la plaza de Pontevedra ribeirense pudo verse todo un espectáculo pirotécnico regado por las lágrimas de los presentes.
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