23 mayo 2010

Celtismo militante y un par de vicios comunes

:ecg: | 23/05/2010
Hemos crecido leyendo a irlandeses como Swift o Wilde. Y nos gusta la birra.

Seguramente, y sin miedo a equivocarnos, podríamos decir que todos nosotros despertamos en un momento determinado a la materia de Irlanda (en paralelo a lo que Cunqueiro y el resto llamaría ‘materia de Bretaña’) gracias a los esfuerzos de los primeros regionalistas del siglo XIX. Mucho antes de habernos enamorado de los personajes y del paisaje de Innesfree en la modélica ‘El hombre tranquilo’ de John Ford, ya habíamos leído con entusiasmo aquellos versos bautismales del bueno de Alfredo Brañas:

Érguete labrego, érguete e anda, como en Irlanda, como en Irlanda./

Alí de O’Connell, vibrou o acento,
e o fero Parnell, prestoulle alento./

Alí os labregos, cultivadores,
eran escravos, dos seus señores,
e agora libres, rexenerados,
van en camiño de ser salvados./

Ramón Cabanillas insistiría poco después en la misma idea. Aunque sería todo el elenco de la revista Nós quien nos acercaría definitivamente a los gallegos a ese hermanamiento atávico que ha unido siempre a nuestros dos pueblos.

De hecho, como muchos de ustedes sabrán también, se da la casualidad de que la primera traducción del Ulysses, una de las obras claves del siglo XX, cuya autoría corre a carco del irlandés James Joyce, lo fue al gallego. Su autor, el grandioso don Ramón Otero Pedrayo, y exactamente en la revista Nós.

Esa versión ha sido atacada duramente por lo que algunos critican como inexacta. Uno se inclina por la grandeza del Petrucio de Trasalba, por su verbo elegante y soñador, por su creativo léxico. Era uno de los hombres de este país que más lengua gallega construyó. Y uno echa en falta sus versiones originales, precisamente hoy que hemos normativizado todo. Pero líbreme Dios de entrar en terreno tan espinoso.

SWIFT Y EL RESTO

Sin embargo, un buen número de escritores angulares de este país se arrimaron a algunos irlandeses a la hora de hacer buena literatura. En el caso de Méndez Ferrín, por ejemplo, la marca de Jonathan Swift, el autor de los alucinantes Viajes de Gulliver, ha quedado indeleble y perfectamente visible. Por una doble cuestión: la del estilo y la marcada tendencia política ‘a la contra’ respecto de su tiempo. Swift, como uno de los precursores más claros del anarquismo, bastante antes de Bakunin. Ferrín, como uno de los abanderados del independentismo gallego. No olvidemos que, además, y en los dos, esa militancia política consigue transmitirse en su obra.

Y está Lord Dunsany, el gran amigo de Yeats, que a su vez lo fue de Aleister Crowley, ‘el hombre más malvado de su época’, como gustaba que lo reconociesen.

Dunsany va a influir de forma definitiva en Cunqueiro. Hay en el mindoniense mucho de lo que antes citábamos: materia de Bretaña. Es decir: la tradición artúrica desde los primeros textos históricos, que comienzan con La muerte de Arturo, de William Caxton, luego compilada junto a otros escritos por Thomas Mallory. Y hay cantidad de narradores que calan hondo en su forma de hacer. Uno de ellos, el extraño Stefan Heym (el autor de Ahasver). Pero quien lo define, y de quien se confiesa discípulo es, precisamente, de Dunsany.

EL ROCK

Más curiosa sería la influencia del acervo musical irlandés en Galicia. Y uno pensaría, evidentemente, en los grupos llamados ‘de música celta’, al estilo de Milladoiro, por citar el más antiguo de esta tendencia. Y ahí aparecerían los Chiftains, claro. Paddy Moloney aún sigue siendo El Rey. Pero ¿han pensado alguna vez que los ídolos de los Suaves son los dublineses Thin Lizzy de Phil Lynott?
Un dato más para recuperar el nombre original de "nuestra" fiesta celta, eso sin hablar de como va la encuesta.

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