:ecg: | 14/11/2010
Los recientes acontecimientos surgidos en Sabucedo con reses mostrencas muertas a tiros no hacen sino sumarse a episodios similares que en cadencia frecuente e ininterrumpida hablan de idénticas actitudes violentas, cuando no más sanguinarias, en otros lugares como Costa da Morte o Barbanza, y que se amparan en la impunidad de su difícil esclarecimiento. No resulta difícil, sin embargo, intuir esa autoría con tan sólo preguntarse las razones últimas que se esconden detrás de esas fechorías por personas desalmadas.
El conflicto es tan antiguo como falto, aún, de soluciones adecuadas y no hace sino traslucir el secular enfrentamiento entre comuneros y ganaderos en desatada competencia por el aprovechamiento del monte.
No es, tampoco, la primera vez que esa no dominada irascibilidad se traduce en consecuencias trágicas que van más allá del ensañamiento con los animales mostrencos.
En Costa da Morte y Porto do Son ya se han experimentado fórmulas compensatorias de los ganaderos para los comuneros y caben otras, por la vía de una más adecuada vigilancia y el arbitrio de seguros indemnizatorios, que palíen los daños ocasionados.
Y en esa tarea no pueden ser convidados de piedra las autoridades autonómicas del sector que debieran ser las primeras llamadas a establecer los adecuados cauces de diálogo que propicien acuerdos satisfactorios para las dos partes en abierto litigio.
El monte debe ser fuente de riqueza y no causa de rivalidad fraternal.
El conflicto es tan antiguo como falto, aún, de soluciones adecuadas y no hace sino traslucir el secular enfrentamiento entre comuneros y ganaderos en desatada competencia por el aprovechamiento del monte.
No es, tampoco, la primera vez que esa no dominada irascibilidad se traduce en consecuencias trágicas que van más allá del ensañamiento con los animales mostrencos.
En Costa da Morte y Porto do Son ya se han experimentado fórmulas compensatorias de los ganaderos para los comuneros y caben otras, por la vía de una más adecuada vigilancia y el arbitrio de seguros indemnizatorios, que palíen los daños ocasionados.
Y en esa tarea no pueden ser convidados de piedra las autoridades autonómicas del sector que debieran ser las primeras llamadas a establecer los adecuados cauces de diálogo que propicien acuerdos satisfactorios para las dos partes en abierto litigio.
El monte debe ser fuente de riqueza y no causa de rivalidad fraternal.
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