:lvg: | 25/11/2010
Acertadamente, reflexionaba el pasado martes 23-N mi compañero de columnario José Rodríguez Cabeza sobre la dictadura de los partidos democráticos. Y dejaba escrito que eso viene a dar en «o gran desprestixio que están tendo os partidos políticos hexemónicos que fan posible que xurdan moitos NO.I.A.». Sobre este asunto pensaba yo escribir esta semana, así que, siguiendo la reflexión de las palabras citadas, parece claro que donde más se nota esa dictadura de los PSOE, PP y BNG en el caso gallego es en los pueblos y ciudades no principales. Hay una razón. El votante conoce a los candidatos y confía o desconfía de un modo directo y por eso decide votarles o no.
El caso de la presentación del partido independiente NO.I.A., la pasada semana en el coliseo Noela, fue todo un paradigma de lo antedicho. El teatro estaba lleno hasta la bóveda de los hermanos Costa. Ni en los mejores tiempos de Manuel Fraga temblaron así los cimientos del coliseo, teniendo en cuenta además que aquel se proveía de muchos asistentes de la comarca, gentes de su partido que venían acompañados de sus familias y hacían bulto.
En el caso de la presentación del NO.I.A., todos los asistentes eran votantes de la villa y este es el primer dato objetivo a tener en cuenta. Naturalmente no todos los que estaban allí votarán a este nuevo partido, claro, pero concurrieron porque en el fondo subyace la idea que anuncia en su artículo Rodríguez Cabeza. El ciudadano, cuando le toca de cerca -esto son las elecciones municipales- siente la necesidad de saber a quién vota y porqué. Puede votar a su partido de toda la vida, pero si para alcalde le presenta a un badulaque, el votante lo hará a regañadientes y se sentirá estafado. Por eso el meditado artículo, Alea iacta est , acierta al decir: «O que estraña é que a xente vote a sabendas de que non elixe o que lle gustaría». Es decir, el votante se decide por la opción de las siglas y no por la persona.
Y añade: «Estes pequenos partidos ou agrupacións electorais están resultando moi útiles como contrapunto á prepotencia deste novo absolutismo moderno?». He ahí el meollo de la cuestión. En nuestra democracia las listas electorales son cerradas, de modo que tras las dos lumbreras que encabezan dichas listas, podría colarse todo el pelotón de los torpes para ocupar su lugar en el parlamento. Si las listas fueran abiertas, el ciudadano además de al partido de su preferencia, votaría al candidato que conoce desde siempre porque sencillamente, es su vecino.
Por eso los grandes partidos, en las municipales, deberían preocuparse más por la idoneidad de la candidatura que presentan. Así, alguno evitaría el susto que se llevó el pasado jueves, cuando Don Pueblo acudió en masa a la presentación de un partido independiente.
El caso de la presentación del partido independiente NO.I.A., la pasada semana en el coliseo Noela, fue todo un paradigma de lo antedicho. El teatro estaba lleno hasta la bóveda de los hermanos Costa. Ni en los mejores tiempos de Manuel Fraga temblaron así los cimientos del coliseo, teniendo en cuenta además que aquel se proveía de muchos asistentes de la comarca, gentes de su partido que venían acompañados de sus familias y hacían bulto.
En el caso de la presentación del NO.I.A., todos los asistentes eran votantes de la villa y este es el primer dato objetivo a tener en cuenta. Naturalmente no todos los que estaban allí votarán a este nuevo partido, claro, pero concurrieron porque en el fondo subyace la idea que anuncia en su artículo Rodríguez Cabeza. El ciudadano, cuando le toca de cerca -esto son las elecciones municipales- siente la necesidad de saber a quién vota y porqué. Puede votar a su partido de toda la vida, pero si para alcalde le presenta a un badulaque, el votante lo hará a regañadientes y se sentirá estafado. Por eso el meditado artículo, Alea iacta est , acierta al decir: «O que estraña é que a xente vote a sabendas de que non elixe o que lle gustaría». Es decir, el votante se decide por la opción de las siglas y no por la persona.
Y añade: «Estes pequenos partidos ou agrupacións electorais están resultando moi útiles como contrapunto á prepotencia deste novo absolutismo moderno?». He ahí el meollo de la cuestión. En nuestra democracia las listas electorales son cerradas, de modo que tras las dos lumbreras que encabezan dichas listas, podría colarse todo el pelotón de los torpes para ocupar su lugar en el parlamento. Si las listas fueran abiertas, el ciudadano además de al partido de su preferencia, votaría al candidato que conoce desde siempre porque sencillamente, es su vecino.
Por eso los grandes partidos, en las municipales, deberían preocuparse más por la idoneidad de la candidatura que presentan. Así, alguno evitaría el susto que se llevó el pasado jueves, cuando Don Pueblo acudió en masa a la presentación de un partido independiente.
Interesante articulo, aunque a lo mejor se quedó un poco corto en su planteamiento. Podría hablar por ejemplo como algunos partidos unen sus fuerzas cuando por intereses las matemáticas les son favorables, y después, uno le da la patada al otro (Noia es todo un ejemplo) o le birla el edil (aquí se llevan la palma).
Lo peor de todo es cuando la voluntad de los votantes es una moneda de cambio de los partidos y su voto sea solo un mero número. Visto lo visto, de nada vale que un partido lleve un cabeza de cartel y que los vecinos lo hayan apoyado, si después el otro hace una revolución en su gallinero y logre imponer a otro candidato. Aunque viendo como ahora han logrado que les abonen las deudas que dejaron sin pagar en los años 2005 y 2006, a lo mejor los votantes comienzan a comprender el porque de esta bajada de pantalones.
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