:lvg: | 14/11/2010
La mayor parte de nuestros políticos viven ajenos a responsabilidades, incluso en casos muy graves. Se han convertido en funcionarios de la cosa pública y perdieron hace tiempo el contacto con la realidad. Nada saben de plazos, cumplimientos u obligaciones del día a día; esa batalla donde pierdes tu empleo o cierras tu negocio por mucho menos de lo que ellos hacen, o permiten, con total impunidad. Incluso existe una especie de casta formada por aquellos que no han conocido otro oficio. De todos los pelajes, que el buen vivir es transversal. Y cuando hacen algo, al vivir tan alejados de la sociedad que dicen sentir tanto, meten la gamba hasta las antenas.
Vean sino el famoso y rimbombante Plan E, que digo yo que no había letras antes. Desde su inicio estaba destinado al fracaso y a incrementar el desaguisado. Es como si un padre cuyos irresponsables hijos están dilapidando sus empresas, sin medir las consecuencias de sus acciones, actuado a la ligera, gastando muy por encima de sus posibilidades, como solución les dice que les dará a cada uno cierta cantidad de dinero ¿Las condiciones? Que le digan de hoy para mañana en qué lo emplearán, sin apenas más cortapisas o límites ¿El resultado? Al día siguiente uno se compra un Ferrari, aunque no tiene dinero para gasolina; otro le pone piedra a su casa, a pesar de que era incapaz de pagar lo hecho, y el último, ante la ausencia de ideas y la premura de su padre, se inventa unas necesidades sabiamente infladas.
Así ha funcionado el plan en la mayor parte de los casos. Hasta se dio el caso de un ayuntamiento madrileño que empleó más de 300.000 euros en una rotonda con monumento maximalista y de dudoso gusto incluido. O los de Vigo y Santiago que han destinado la mayor parte a levantar aceras de losa prefabricada por pedra do país ¡Esas entendieron sus ínclitos alcaldes que eran las necesidades! Pero lo de Bugallo, con su apariencia de monaguillo después de calzarse el vino de misa, es para nota superior. En pleno Año Santo se ha permitido cortar numerosas calles por las obras desde principios de año. Hasta no se sabe cuándo. Vecinos y comerciantes echan humo por las orejas. Pero nadie quiere alzar mucho la voz por miedo a las represalias que en esta dictadura político-funcionarial pueden amargarles la vida.
Después están aquellas ocasiones en las que, para escarnio y perjuicio de sus administrados, miran al cielo y silban, con una caradura indecente. Un ejemplo. Llueve de forma moderada y usted toma el coche y se dirige por la autovía hacia Padrón. A pesar de algunas zonas que hay que corregir, donde el pavimento no drena bien, podemos adjudicarle un aprobado. Acto seguido toma la autopista A-9, dirección a Santiago y con peaje leonino, y se da de bruces contra una especie de charco casi permanente que dificulta la visibilidad y reduce al máximo su seguridad. En cambio si sigue para A Coruña, a partir de la salida norte de Santiago, las condiciones vuelven a mejorar sustancialmente. Conclusión: puedo entender que el fondo de inversión americano, concesionario de esta autopista, siga aumentando sus ya desorbitados beneficios a costa de poner en peligro nuestras vidas. Pero lo que no es de recibo, salvo por cuestiones de untaxe, es que ni los gobernantes de antes ni los de ahora hayan exigido responsabilidades; pero con plazos, y si estos se incumplen, con multas e incluso cárcel de producirse pérdidas de vidas humanas. Y el rescate de la concesión. Para eso no hace falta dinero. Solo sentido y atributos.
Vean sino el famoso y rimbombante Plan E, que digo yo que no había letras antes. Desde su inicio estaba destinado al fracaso y a incrementar el desaguisado. Es como si un padre cuyos irresponsables hijos están dilapidando sus empresas, sin medir las consecuencias de sus acciones, actuado a la ligera, gastando muy por encima de sus posibilidades, como solución les dice que les dará a cada uno cierta cantidad de dinero ¿Las condiciones? Que le digan de hoy para mañana en qué lo emplearán, sin apenas más cortapisas o límites ¿El resultado? Al día siguiente uno se compra un Ferrari, aunque no tiene dinero para gasolina; otro le pone piedra a su casa, a pesar de que era incapaz de pagar lo hecho, y el último, ante la ausencia de ideas y la premura de su padre, se inventa unas necesidades sabiamente infladas.
Así ha funcionado el plan en la mayor parte de los casos. Hasta se dio el caso de un ayuntamiento madrileño que empleó más de 300.000 euros en una rotonda con monumento maximalista y de dudoso gusto incluido. O los de Vigo y Santiago que han destinado la mayor parte a levantar aceras de losa prefabricada por pedra do país ¡Esas entendieron sus ínclitos alcaldes que eran las necesidades! Pero lo de Bugallo, con su apariencia de monaguillo después de calzarse el vino de misa, es para nota superior. En pleno Año Santo se ha permitido cortar numerosas calles por las obras desde principios de año. Hasta no se sabe cuándo. Vecinos y comerciantes echan humo por las orejas. Pero nadie quiere alzar mucho la voz por miedo a las represalias que en esta dictadura político-funcionarial pueden amargarles la vida.
Después están aquellas ocasiones en las que, para escarnio y perjuicio de sus administrados, miran al cielo y silban, con una caradura indecente. Un ejemplo. Llueve de forma moderada y usted toma el coche y se dirige por la autovía hacia Padrón. A pesar de algunas zonas que hay que corregir, donde el pavimento no drena bien, podemos adjudicarle un aprobado. Acto seguido toma la autopista A-9, dirección a Santiago y con peaje leonino, y se da de bruces contra una especie de charco casi permanente que dificulta la visibilidad y reduce al máximo su seguridad. En cambio si sigue para A Coruña, a partir de la salida norte de Santiago, las condiciones vuelven a mejorar sustancialmente. Conclusión: puedo entender que el fondo de inversión americano, concesionario de esta autopista, siga aumentando sus ya desorbitados beneficios a costa de poner en peligro nuestras vidas. Pero lo que no es de recibo, salvo por cuestiones de untaxe, es que ni los gobernantes de antes ni los de ahora hayan exigido responsabilidades; pero con plazos, y si estos se incumplen, con multas e incluso cárcel de producirse pérdidas de vidas humanas. Y el rescate de la concesión. Para eso no hace falta dinero. Solo sentido y atributos.
¿Fue gracias a este plan, con el que se instaló el contenedor de Camañao?
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