:lvg: | 09/03/2010
Siempre tuve una inquietud especial por consumir productos alimenticios de calidad, y no solo por sibaritismo, sino basado en salud. Somos lo que comemos.
Vengo siguiendo los artículos de estos últimos días de Xoán Ramón Alvite en este periódico sobre la visita de treinta ganaderos a Francia para conocer lo que allí se hace con la finalidad de analizar la viabilidad de las explotaciones agropecuarias en Galicia, un sector que considero trascendental para el desarrollo sostenible de la economía gallega, como bien saben los que me leen. Del publicado subrayo las siguientes reseñas.
Los ganaderos franceses, delante del problema de situar en el mercado solamente leche de manera rentable, optaron por la diversificación y el asociacionismo, dedicándose también a producir carne de becerro, patos, cerdos, huevos, gallos, etcétera, bajo un lema que llaman la triple C, confianza, calidad y continuidad. Gran acierto.
Otro acierto es que los productores deben enfocar su trabajo más cara el consumidor que hacia industria y, por eso, entienden que la venta directa, algo semejante la cómo hacía nuestra lechera Lola do Campiño pobrense, pero en moderno, abre una de los canales más interesantes para hacerle las pascuas a los intermediarios. El problema de esto está en romper las presiones que los grupos empresariales y gremiales hacen en las Administraciones que, en esta dicotomía, tendrán que decantarse se están a favor o en contra de los campesinos y de los consumidores o de los especuladores.
Otra de las herramientas con las que ya juegan algunos agricultores franceses es con Internet. Compartiendo la ilusión del ganadero Jesús Casais de Olveira, acuñemos uno lema trilingüe para colgar en la red, «directamente del campo gallego a tu congelador», aprovechando los nuevos retos publicitarios de YouTube, un medio barato, universal y didáctico, conjugado con las posibilidades que ofrece la cadena del frío en la distribución alimentaria.
Ahora bien, para afrontar los retos del campo gallego no llega con la buena voluntad que se le supone a la entidad Fonteboa de Coristanco, sino que hacen falta amplias políticas de formación y capacitación agropecuaria por parte de la Xunta, así como el diseño de una legislación valiente en el campo rural. Si, como decían los griegos, el universo surgió del caos, cuanto más provechoso no seria arreglar Galicia.
Al igual que relata José Rodríguez Cabeza sobre su lechera Lola do Campiño de A Pobra do Caramiñal, no hace muchos años era habitual ver por las calles de O Son a vecinas de las aldeas colindantes con lecheras de aluminio para repartir casa por casa y en la plaza de abastos, este rico alimento.
Las autoridades sanitarias y el lógico abandono de esta economía de subsistencia en las aldeas, dieron al traste con todo esto.
Es cierto que algunas de esas lecheras actuaban con mucha picaresca y al igual que hacen otros con el vino, la bautizaban. En tiempos de la Dictadura en O Son cuando se corría la voz de que se estaban haciendo inspecciones, era raro que alguna no tuviese un tropezón y se le cayese la leche al suelo.
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