:lvg: | 10/10/2010
En las últimas semanas se han despejado algunas incógnitas de las listas que competirán en las elecciones municipales del 2011. Los partidos tienen prisa en desvelar quiénes serán sus primeros espadas por varias razones, pero unos las hacen públicos y otros no. Es necesario que los candidatos tengan el tiempo suficiente para darse a conocer lo más posible y para preparar su estrategia y equipo. Pero no lo es menos aclarar cuanto antes su nombre para evitar postulaciones no deseadas o crear esperanzas que más tarde habrá que cercenar. Los equipos de fontanería saben que las luchas fratricidas merman de forma considerable las opciones. Más todavía las listas alternativas. Pero las relaciones entre las personas generan conflictos y si hay en juego poder, como en este caso, estos se multiplican.
Mirando a nuestra comarca, lo que más ha llamado la atención han sido los movimientos de sables, los enfados, las discusiones e incluso las disidencias que se han dado en la mayor parte de las agrupaciones locales del PP. Un partido que, con raras excepciones, siempre se ha caracterizado por acatar sin estridencias los designios de la superioridad. Algo está cambiando. Los afiliados quieren tener más poder de decisión y se rebelan, más o menos abiertamente, ante las imposiciones. En todo caso deberían saber de antemano que en todos los partidos políticos la democracia es muy relativa y en el caso de los populares un poco más. Para muestra la designación dedocrática de su líder nacional.
Pero veamos por municipios las diferencias entre los conflictos suscitados. En Ribeira el origen del problema fue el propio Torres cuando hace tres años manifestó que este sería su último mandato. Pero en política casi nadie tiene suficiente y muy pocos saben marcharse. Ha perdido una ocasión de oro para dejarlo en la cima, con el reconocimiento de sus conciudadanos y con una digna jubilación en el Senado. De patronear su sucesión en calma y teniendo una opción muy clara. Ha jugado a su favor que Manolo Ruiz es ante todo un hombre de partido, disciplinado. De no ser así la tangana estaría garantizada. Aquí las declaraciones son medidas y sin mostrar al exterior el enfado que hay dentro.
En Boiro, como comentábamos la semana pasada, la génesis del problema y el resultado son distintos. Juega más el personalismo y ahora sucederá lo que iba a suceder hace cuatro años. Por eso la cuestión salta a los medios de comunicación y se produce una ruptura anunciada.
Noia es donde el conflicto viene más de lejos. Las luchas intestinas, con mayor o menor publicidad, han sido inherentes a la vida de la agrupación local. Dos o más facciones que no se entienden ni lo harán. Manejan con soltura la daga a la altura del cuello, en el mejor de los casos, y por la zona lumbar, en el peor. Pérez Insua estaba llamado a lograr el consenso, pero es difícil conseguirlo cuando se agita la colmena.
Y en Porto do Son ni una cosa ni la otra. Por esas latitudes casi todo el mundo tenía claro que habría que buscar una nueva opción ante el bajo perfil de Manuel Tomé, que consideran más que demostrado en su corta etapa como alcalde. Se exploraron vías, pero al final, el afectado, conocedor de su débil posición, maniobró, dentro del partido buscando la sombra del árbol acertado. Lo consiguió para desesperación de sus compañeros, que todavía no salen de su asombro ante la decisión de la ejecutiva provincial.
En todos los casos ha primado el continuismo, la apuesta por lo conocido. Veremos si las urnas les dan la razón.
Mirando a nuestra comarca, lo que más ha llamado la atención han sido los movimientos de sables, los enfados, las discusiones e incluso las disidencias que se han dado en la mayor parte de las agrupaciones locales del PP. Un partido que, con raras excepciones, siempre se ha caracterizado por acatar sin estridencias los designios de la superioridad. Algo está cambiando. Los afiliados quieren tener más poder de decisión y se rebelan, más o menos abiertamente, ante las imposiciones. En todo caso deberían saber de antemano que en todos los partidos políticos la democracia es muy relativa y en el caso de los populares un poco más. Para muestra la designación dedocrática de su líder nacional.
Pero veamos por municipios las diferencias entre los conflictos suscitados. En Ribeira el origen del problema fue el propio Torres cuando hace tres años manifestó que este sería su último mandato. Pero en política casi nadie tiene suficiente y muy pocos saben marcharse. Ha perdido una ocasión de oro para dejarlo en la cima, con el reconocimiento de sus conciudadanos y con una digna jubilación en el Senado. De patronear su sucesión en calma y teniendo una opción muy clara. Ha jugado a su favor que Manolo Ruiz es ante todo un hombre de partido, disciplinado. De no ser así la tangana estaría garantizada. Aquí las declaraciones son medidas y sin mostrar al exterior el enfado que hay dentro.
En Boiro, como comentábamos la semana pasada, la génesis del problema y el resultado son distintos. Juega más el personalismo y ahora sucederá lo que iba a suceder hace cuatro años. Por eso la cuestión salta a los medios de comunicación y se produce una ruptura anunciada.
Noia es donde el conflicto viene más de lejos. Las luchas intestinas, con mayor o menor publicidad, han sido inherentes a la vida de la agrupación local. Dos o más facciones que no se entienden ni lo harán. Manejan con soltura la daga a la altura del cuello, en el mejor de los casos, y por la zona lumbar, en el peor. Pérez Insua estaba llamado a lograr el consenso, pero es difícil conseguirlo cuando se agita la colmena.
Y en Porto do Son ni una cosa ni la otra. Por esas latitudes casi todo el mundo tenía claro que habría que buscar una nueva opción ante el bajo perfil de Manuel Tomé, que consideran más que demostrado en su corta etapa como alcalde. Se exploraron vías, pero al final, el afectado, conocedor de su débil posición, maniobró, dentro del partido buscando la sombra del árbol acertado. Lo consiguió para desesperación de sus compañeros, que todavía no salen de su asombro ante la decisión de la ejecutiva provincial.
En todos los casos ha primado el continuismo, la apuesta por lo conocido. Veremos si las urnas les dan la razón.
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