:lvg: | 16/10/2010
Tras abjurar de sus ideas, Galileo dijo, al parecer por lo bajini, la frase eppur si muove (y sin embargo se mueve) al referirse al movimiento de la Tierra, no fuese que, a pesar de contar con las simpatías del Papa Urbano, le hubiesen torturado y cortado la cabeza o quemado en la hoguera. En tiempos de Alfonso Guerra y de Fraga, no se movía ni un cristiano, pues se arriesgaba a no salir en la foto y perder empleo y sueldo.
Ahora hay tanto político profesional que la gran mayoría se mueve, en una especie de movimiento continuo, precisamente para no perder la soldada. Lo malo de tanto movimiento, a veces llamado renovación, es que no se sabe a donde conduce, e incluso a veces vuelve al punto de partida. Es lo que los sociólogos llaman «cambiarlo todo para que no cambie nada». Pero al contrario que Galileo, nadie tiene ningún miedo a reivindicar el movimiento de la Tierra, ni de ningún lugar o institución política.
De repente, las diputadas y diputados, concejales y concejalas se apuntan todos los sábados a una gran discoteca de luces de distinto color, para mover el esqueleto y mantenerse en forma para el presunto movimiento de la semana próxima.
En los días laborables se saca el tablero de ajedrez o las cartas para jugar a las damas o al mus y elegir al ganador o ganadora, y a ser posible sin que nadie lo sepa. Es la versión post constitucional de la partitocracia democrática.
A veces el juego sale mal, como en el caso de la Trini, porque Zapatero es muy osado y Rubalcaba es un bocazas. Pero no importa, porque se reelabora el guión del movimiento y se vuelve a donde estábamos y aquí no ha pasado nada. Todo fue una fantasía orquestada en Moncloa y no hubo tiempo a que Pepiño Galileo dijese una de sus brillantes frases.
Aquí, mucho más cerca, en nuestra comarca, los movimientos terráqueos prenominales del PP también han sido de relevancia, donde muchos han opinado, criticado y salpicado, pero tampoco hacía falta andarse con tibiezas, en principio.
En Noia se han cargado desde arriba a todos los disidentes menos al nominado. En Porto do Son casi lo mismo. Todos al unísono por el movimiento, también llamado renovación, eran tremendamente copernicanos. Pero la amenaza de la hoguera por parte del presidente provincial se impuso, a espera de que los disidentes se conviertan en nuevos Galileos que abjuren de posturas más o menos insolentes.
En Ribeira se trataba de un duelo de titanes, un Galileo que nunca había abjurado, con rango de senador incluido, frente a un profesional de la política con cargo de portavoz parlamentario, del que dicen que puede ir nadando hasta Rúa si el Presidente Provincial o de Galicia se lo pide. Por tanto disciplina se queda sin opción a la alcaldía, pero algo más caerá.
Y en Boiro, este pueblo tan extraño que un colega de Noia equiparó con Wichita, uno solo dice que se mueve, aunque parece que animado por unos cuantos astrónomos, no abjura ni titubea, se va al Concello y entrega su acta de concejal, como es habitual, ya se sabe.
Y ahora resulta que por hacer lo que le pide el cuerpo y su gente, poco menos que va a ser el culpable de todos los males que le puedan pasar al PP local. Si no se mueve le tragan, pero no le quieren. Si se mueve provoca terremotos. Vaya dilema, yo hubiese pensado en marcharme de Wichita, por si acaso, pero este hombre se queda. Eso es vocación, movimiento, renovación y Galileo en estado puro.
Lo dicho, está de moda el movimiento, también llamado renovación, pero los tiempos pintan mal, ¡y con lo que prometía Alberto Núñez Feijoo!.
Que pena de aquellos tiempos de Guerra y de Fraga. Nadie se movía, solo algún Galileo de vez en cuando, pero de los que se defendían en juicio eclesiástico, no el que tuvo que abjurar y decir tímidamente eppur si muove. Y que pena de estos tiempos, donde algunos ilusos pensábamos que todavía podría haber movimiento, y resulta que los partidos están llenos de partidarios de Galileo, pero a lo bajini.
Ahora hay tanto político profesional que la gran mayoría se mueve, en una especie de movimiento continuo, precisamente para no perder la soldada. Lo malo de tanto movimiento, a veces llamado renovación, es que no se sabe a donde conduce, e incluso a veces vuelve al punto de partida. Es lo que los sociólogos llaman «cambiarlo todo para que no cambie nada». Pero al contrario que Galileo, nadie tiene ningún miedo a reivindicar el movimiento de la Tierra, ni de ningún lugar o institución política.
De repente, las diputadas y diputados, concejales y concejalas se apuntan todos los sábados a una gran discoteca de luces de distinto color, para mover el esqueleto y mantenerse en forma para el presunto movimiento de la semana próxima.
En los días laborables se saca el tablero de ajedrez o las cartas para jugar a las damas o al mus y elegir al ganador o ganadora, y a ser posible sin que nadie lo sepa. Es la versión post constitucional de la partitocracia democrática.
A veces el juego sale mal, como en el caso de la Trini, porque Zapatero es muy osado y Rubalcaba es un bocazas. Pero no importa, porque se reelabora el guión del movimiento y se vuelve a donde estábamos y aquí no ha pasado nada. Todo fue una fantasía orquestada en Moncloa y no hubo tiempo a que Pepiño Galileo dijese una de sus brillantes frases.
Aquí, mucho más cerca, en nuestra comarca, los movimientos terráqueos prenominales del PP también han sido de relevancia, donde muchos han opinado, criticado y salpicado, pero tampoco hacía falta andarse con tibiezas, en principio.
En Noia se han cargado desde arriba a todos los disidentes menos al nominado. En Porto do Son casi lo mismo. Todos al unísono por el movimiento, también llamado renovación, eran tremendamente copernicanos. Pero la amenaza de la hoguera por parte del presidente provincial se impuso, a espera de que los disidentes se conviertan en nuevos Galileos que abjuren de posturas más o menos insolentes.
En Ribeira se trataba de un duelo de titanes, un Galileo que nunca había abjurado, con rango de senador incluido, frente a un profesional de la política con cargo de portavoz parlamentario, del que dicen que puede ir nadando hasta Rúa si el Presidente Provincial o de Galicia se lo pide. Por tanto disciplina se queda sin opción a la alcaldía, pero algo más caerá.
Y en Boiro, este pueblo tan extraño que un colega de Noia equiparó con Wichita, uno solo dice que se mueve, aunque parece que animado por unos cuantos astrónomos, no abjura ni titubea, se va al Concello y entrega su acta de concejal, como es habitual, ya se sabe.
Y ahora resulta que por hacer lo que le pide el cuerpo y su gente, poco menos que va a ser el culpable de todos los males que le puedan pasar al PP local. Si no se mueve le tragan, pero no le quieren. Si se mueve provoca terremotos. Vaya dilema, yo hubiese pensado en marcharme de Wichita, por si acaso, pero este hombre se queda. Eso es vocación, movimiento, renovación y Galileo en estado puro.
Lo dicho, está de moda el movimiento, también llamado renovación, pero los tiempos pintan mal, ¡y con lo que prometía Alberto Núñez Feijoo!.
Que pena de aquellos tiempos de Guerra y de Fraga. Nadie se movía, solo algún Galileo de vez en cuando, pero de los que se defendían en juicio eclesiástico, no el que tuvo que abjurar y decir tímidamente eppur si muove. Y que pena de estos tiempos, donde algunos ilusos pensábamos que todavía podría haber movimiento, y resulta que los partidos están llenos de partidarios de Galileo, pero a lo bajini.
Muy preocupado anda últimamente La Voz de Galicia con las listas del PP de la zona, aunque hoy de rebote y como anécdota, hable también del PSOE, pero de Madrid
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