:lvg: | 19/10/2010
José Manuel Pérez reconoce que solo hubiese aguantado dos horas más con vida por la temperatura del agua.
Quiso acompañarlos hasta el final. Compartir su dolor con las familias de los que eran y serán para siempre sus amigos. José Manuel Pérez, el superviviente del naufragio ocurrido a última hora de la tarde del sábado en la ría de Muros-Noia, aguantó el tipo cargando durante todo el día con los recuerdos de la tragedia mientras recorría la villa sonense desde la mañana. No rehusó dar explicaciones a sus vecinos, tanto a la entrada como a la salida del centro de salud de Porto do Son, que visitó junto al hospital de Barbanza para que le hiciesen diferentes pruebas médicas.
Aclaró que el sábado, cuando ocurrió el naufragio, ya estaban regresando, y no dudó en afirmar que «sobreviví gracias a que sus cuerpos flotaban. A que llevaban los trajes de neopreno y ya se habían quitado los cinturones de plomo, por eso permanecían en la superficie, algo que aproveché subiéndome como podía a ellos para no hundirme. Así que fueron ellos los que me salvaron a mí», concluyó.
Lo explica con gran lucidez. A pesar del cansancio y el efecto de los medicamentos que el cuerpo le ha exigido desde que fue rescatado por la embarcación Playa de Seiras, sobre las tres de la madrugada del domingo. Fueron ocho horas de agonía que hoy solo él puede recordar: «Serían sobre las ocho de la tarde del sábado, cuando ya estábamos regresando. La embarcación la conducía, como siempre, Juan y nosotros ya teníamos todo recogido en el interior de la planeadora. Veníamos bromeando sobre lo que cada uno había capturado y fue entonces cuando notamos que algo se rompió, incluso a uno de los dos le dio tiempo a reaccionar y a decir que se trataba del sistema de dirección de la lancha».
Giros de 360 grados
El superviviente de este accidente, ocurrido en la zona costera de Seráns, recordó que fue «a partir de ese momento cuando la lancha comenzó a hacer giros de 360 grados y todos nos fuimos al mar. Beni fue el primero en morir al pasarle la planeadora por la cabeza y luego el fueraborda. Lo de Juan fue después. Estaba sentado en la popa y al caerse entró en contacto con la hélice, que le hizo perder un brazo».
José Manuel Pérez es consciente de la suerte que ha tenido, ya que tal y como aseguró «solo me quedaban dos horas de vida. No hubiese aguantado más tiempo en el agua con aquella temperatura. Empezaba a tener náuseas, y por eso cuando oí el ruido del helicóptero solo grité para que me salvaran».
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Unha de unións
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Aclaró que el sábado, cuando ocurrió el naufragio, ya estaban regresando, y no dudó en afirmar que «sobreviví gracias a que sus cuerpos flotaban. A que llevaban los trajes de neopreno y ya se habían quitado los cinturones de plomo, por eso permanecían en la superficie, algo que aproveché subiéndome como podía a ellos para no hundirme. Así que fueron ellos los que me salvaron a mí», concluyó.
Lo explica con gran lucidez. A pesar del cansancio y el efecto de los medicamentos que el cuerpo le ha exigido desde que fue rescatado por la embarcación Playa de Seiras, sobre las tres de la madrugada del domingo. Fueron ocho horas de agonía que hoy solo él puede recordar: «Serían sobre las ocho de la tarde del sábado, cuando ya estábamos regresando. La embarcación la conducía, como siempre, Juan y nosotros ya teníamos todo recogido en el interior de la planeadora. Veníamos bromeando sobre lo que cada uno había capturado y fue entonces cuando notamos que algo se rompió, incluso a uno de los dos le dio tiempo a reaccionar y a decir que se trataba del sistema de dirección de la lancha».
Giros de 360 grados
El superviviente de este accidente, ocurrido en la zona costera de Seráns, recordó que fue «a partir de ese momento cuando la lancha comenzó a hacer giros de 360 grados y todos nos fuimos al mar. Beni fue el primero en morir al pasarle la planeadora por la cabeza y luego el fueraborda. Lo de Juan fue después. Estaba sentado en la popa y al caerse entró en contacto con la hélice, que le hizo perder un brazo».
José Manuel Pérez es consciente de la suerte que ha tenido, ya que tal y como aseguró «solo me quedaban dos horas de vida. No hubiese aguantado más tiempo en el agua con aquella temperatura. Empezaba a tener náuseas, y por eso cuando oí el ruido del helicóptero solo grité para que me salvaran».
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