:lvg: | 11/10/2010
Los sacrificios pretéritos dan aún más valor a lo que acaba de conseguir Jorge con la consecución del título de MotoGP.
En días así las imágenes del pasado golpean en el cerebro, se hacen presentes en medio de tanta felicidad. Los sacrificios pretéritos dan aún más valor a lo que acaba de conseguir Jorge con la consecución del título de campeón del mundo en la máxima categoría. Han sido veinte años persiguiendo un sueño, un horizonte claro desde el primer día. «¿Qué quieres ser de mayor, Jorge?», le preguntaban. Y no, no crean que él decía piloto o motociclista. Giorgio ya iba más lejos: «¿Yo? Campeón del mundo». Sin duda, tener las cosas tan claras, ha ayudado a alcanzar el objetivo que ahora disfrutamos todos.
A los cinco años, Jorge ya llevaba dos manejando pequeñas motos. Un día me di cuenta de que Jorge iba por encima de las leyes de la Física. Solo quien conozca las motos sabe hasta qué punto se puede forzar una máquina de este tipo. Ese día me dije que si algún día llevaba así una de 500 c.c. ya se podían ir preparando los rivales de su generación.
En general se piensa que mi hijo ha hecho grandísimos sacrificios para llegar adonde ha llegado. Pero lo desmiento categóricamente. Solo ha cambiado unas cosas por otras. Quizá no tenía juguetes como otros niños, pero tenía motos, raquetas... cualquier herramienta vinculada con deportes. Jorge creció exento de PlayStation y similares. Fuimos muchos días a pescar, a coger setas,... la vida era una aventura continua. Un juego.
¿Sacrificó sus estudios? Era un estudiante bastante bueno, pero hubo quien le falsificó las notas así que un día me encontré con unas cuantas asignaturas suspendidas. Conseguí reconducirlo con un esfuerzo de dos o tres horas diarias y volvieron los buenos resultados en el colegio. Hasta que llegó su participación en los mundiales. Fui claro con él: «O estudias o lo dejas». Finalmente no acabó la ESO, pero creo que no me equivoco si afirmo que no tiene carencias en ese apartado. Le gusta leer. Le gusta hacerse a sí mismo.
Una de las imágenes que me llegan con más fuerza es un accidente sufrido por Jorge en Montmeló. Desde pequeño sufrió muchos, se partió dientes, se fracturó extremidades. Pero aquel fue diferente. Aquella colisión fue brutal. En la enfermería del circuito vi a mi hijo delirar y convulsionar. Me impactó tanto que fui claro con él: «Mira Jorge, vamos a dejar esta mierda y se acabó». Y él, con la clavícula y las muñecas destrozadas, me miró sin soltar una lágrima y giró la cabeza en señal de que no, que de ninguna manera iba a dejar su carrera de piloto.
A los dos meses de aquello, cumplidos los quince años, debutó en el Mundial. Ese día sí lloró. Estábamos en Jerez y la fecha del gran premio coincidía con su cumpleaños. Cuando vio la tarta que le llevó su equipo se derrumbó.
Todos son sus maestros
¿De qué piloto ha aprendido Jorge especialmente? De todos los que han ido más rápido que él. Lo tiene claro. Cualquiera que va delante de ti te enseña, aunque solo sea a tomar una curva concreta. En ese sentido, todos los pilotos han sido sus maestros. A diferencia de otros, Jorge no es un llorón cuando las cosas no salen bien, no protesta. Para él eso es un deshonor. Pero no olvidemos su gran talento. No es normal debutar en MotoGP y marcar tres poles en las primeras carreras de la temporada. Uno es campeón con la mezcla de varios factores.
A Lorenzo se le tacha de querer emular a Valentino Rossi pero, por ejemplo, siempre ha celebrado sus victorias de un modo especial. Ayer utilizó a dos Mario Bros y un cartel de Game Over , una simpática forma de decir que el campeonato del mundo del 2010 estaba decidido. Ese juego excéntrico tras las carreras obedece al convencimiento de Jorge de que el motociclismo es un espectáculo y que tiene un deber con el público. Algo que me atrevo a decir que no comparto hasta ese extremo, pero que por supuesto respeto.
Es evidente el orgullo como padre ante una jornada así. Mi papel con Jorge en su desarrollo como piloto ha pasado por varias y diferentes fases. Un principio muy intenso, un distanciamiento con mi propio hijo tras confiar su proyección a Dani Amatriain, y ahora, una relación digamos más o menos normal.
Veinte años de sufrimiento, de lesiones, de viajes, de curvas y rectas... son muchos. Pero si al final cumples el sueño que has perseguido, como decía Gardel, no son nada.
En días así las imágenes del pasado golpean en el cerebro, se hacen presentes en medio de tanta felicidad. Los sacrificios pretéritos dan aún más valor a lo que acaba de conseguir Jorge con la consecución del título de campeón del mundo en la máxima categoría. Han sido veinte años persiguiendo un sueño, un horizonte claro desde el primer día. «¿Qué quieres ser de mayor, Jorge?», le preguntaban. Y no, no crean que él decía piloto o motociclista. Giorgio ya iba más lejos: «¿Yo? Campeón del mundo». Sin duda, tener las cosas tan claras, ha ayudado a alcanzar el objetivo que ahora disfrutamos todos.
A los cinco años, Jorge ya llevaba dos manejando pequeñas motos. Un día me di cuenta de que Jorge iba por encima de las leyes de la Física. Solo quien conozca las motos sabe hasta qué punto se puede forzar una máquina de este tipo. Ese día me dije que si algún día llevaba así una de 500 c.c. ya se podían ir preparando los rivales de su generación.
En general se piensa que mi hijo ha hecho grandísimos sacrificios para llegar adonde ha llegado. Pero lo desmiento categóricamente. Solo ha cambiado unas cosas por otras. Quizá no tenía juguetes como otros niños, pero tenía motos, raquetas... cualquier herramienta vinculada con deportes. Jorge creció exento de PlayStation y similares. Fuimos muchos días a pescar, a coger setas,... la vida era una aventura continua. Un juego.
¿Sacrificó sus estudios? Era un estudiante bastante bueno, pero hubo quien le falsificó las notas así que un día me encontré con unas cuantas asignaturas suspendidas. Conseguí reconducirlo con un esfuerzo de dos o tres horas diarias y volvieron los buenos resultados en el colegio. Hasta que llegó su participación en los mundiales. Fui claro con él: «O estudias o lo dejas». Finalmente no acabó la ESO, pero creo que no me equivoco si afirmo que no tiene carencias en ese apartado. Le gusta leer. Le gusta hacerse a sí mismo.
Una de las imágenes que me llegan con más fuerza es un accidente sufrido por Jorge en Montmeló. Desde pequeño sufrió muchos, se partió dientes, se fracturó extremidades. Pero aquel fue diferente. Aquella colisión fue brutal. En la enfermería del circuito vi a mi hijo delirar y convulsionar. Me impactó tanto que fui claro con él: «Mira Jorge, vamos a dejar esta mierda y se acabó». Y él, con la clavícula y las muñecas destrozadas, me miró sin soltar una lágrima y giró la cabeza en señal de que no, que de ninguna manera iba a dejar su carrera de piloto.
A los dos meses de aquello, cumplidos los quince años, debutó en el Mundial. Ese día sí lloró. Estábamos en Jerez y la fecha del gran premio coincidía con su cumpleaños. Cuando vio la tarta que le llevó su equipo se derrumbó.
Todos son sus maestros
¿De qué piloto ha aprendido Jorge especialmente? De todos los que han ido más rápido que él. Lo tiene claro. Cualquiera que va delante de ti te enseña, aunque solo sea a tomar una curva concreta. En ese sentido, todos los pilotos han sido sus maestros. A diferencia de otros, Jorge no es un llorón cuando las cosas no salen bien, no protesta. Para él eso es un deshonor. Pero no olvidemos su gran talento. No es normal debutar en MotoGP y marcar tres poles en las primeras carreras de la temporada. Uno es campeón con la mezcla de varios factores.
A Lorenzo se le tacha de querer emular a Valentino Rossi pero, por ejemplo, siempre ha celebrado sus victorias de un modo especial. Ayer utilizó a dos Mario Bros y un cartel de Game Over , una simpática forma de decir que el campeonato del mundo del 2010 estaba decidido. Ese juego excéntrico tras las carreras obedece al convencimiento de Jorge de que el motociclismo es un espectáculo y que tiene un deber con el público. Algo que me atrevo a decir que no comparto hasta ese extremo, pero que por supuesto respeto.
Es evidente el orgullo como padre ante una jornada así. Mi papel con Jorge en su desarrollo como piloto ha pasado por varias y diferentes fases. Un principio muy intenso, un distanciamiento con mi propio hijo tras confiar su proyección a Dani Amatriain, y ahora, una relación digamos más o menos normal.
Veinte años de sufrimiento, de lesiones, de viajes, de curvas y rectas... son muchos. Pero si al final cumples el sueño que has perseguido, como decía Gardel, no son nada.
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