:lvg: | 22/11/2009
Por fin! Los marineros del Alakrana ya están a salvo, con sus familias. En este caso, como en pocos, habiendo obtenido un resultado positivo, es decir la liberación de los secuestrados, sobraba casi todo, pero cuando aún en el barco se olía a carne de rufián, en este demagógico terruño llamado España ya se había iniciado la trifulca política. Porque aquí, olvidados de gobernar o hacer oposición con responsabilidad y en aras del interés público, en el circo en que se ha convertido el debate político se usa todo, hasta las extorsiones o los asesinatos, para engañar, vilipendiar, medrar o mantenerse en los cargos. Actos de deslealtad y vileza que muestran en su desnudez la catadura moral y la estupidez de sus protagonistas.
¿Es que alguien pretendía resolver una situación ajena a toda norma, que sucedía en un limbo jurídico, por los cauces normativos regulares y diplomáticos? ¡Vamos coño! El que venga con esas monsergas es un indocumentado, un embaucador o un palanganero de los piratas. Y algo más.
Ahora que tenemos final feliz, recordar que todos los que pescaban y pescan en esa zona son conscientes del peligro: armadores, mandos del barco y marineros. No vale lo de yo pasaba por aquí. En cuanto a la exigencia de enrolar miembros de las fuerzas armadas en los barcos (empresas privadas) no se sustenta ni con hormigón. Cada empresario que desempeña su actividad en un lugar peligroso (desde el Bronx a las favelas de Sao Paulo, pasando por los mares de Oceanía) podría reclamar, con razón, igual trato.
Otro final, triste o feliz según a quien preguntemos, tuvo lugar en la casa de cultura de Porto do Son. Aunque el resultado parecía seguro, el ex alcalde movilizó familia, seguidores (que algunos tenía) y al partido para asistir a su defenestración política. Algunos, con poca educación, parecían intentar abortar con sus gritos e insultos lo que solo pueden cambiar los votos de los concejales ahora o los de los ciudadanos dentro de unos meses.
En todo caso, al matrimonio de conveniencia le queda por demostrar que con el tiempo puede ser pareja de hecho y derecho. Eso sí, deberían recordar que el trabajo importante llega cuando se apagan los focos y que tienen la obligación de justificar con objetivos cumplidos tantas dedicaciones. Y ya pasamos por encima lo de su «antes no pero ahora sí».
Cambiando de tercio, no me resisto a comentar la noticia publicada hace unos días en la cual se afirmaba que Anna Hernández, esposa de José Montilla, presidente de la Generalitat, ocupa 14 cargos públicos y privados por los que declara unos ingresos de 130.000 euros al año. Vamos a ver como lo digo sin ciscarme en sus muelas. Esta buena señora es algo así como la Superwoman del sarao público, con la diferencia de que lo que la hace babear de debilidad son los euros.
La noticia, per se, muestra la nauseabunda situación de las Administraciones y la total falta de escrúpulos y moralidad de quienes así actúan y los que lo permiten. Son los mismos, pero con distinto collar, a los que les parece normal recibir -de honrados hombres de negocios, faltaría más- trajes, coches o butacas vip en señal de gratitud.
Y el inefable funambulista Montilla, con más cara que un saco de sellos, intentado justificar lo injustificable. Perdonen ustedes, que me vuelvo a colocar la mandíbula, desencajada por las carcajadas. Seguro que no se ríen tanto los millones de paradas y parados, que dirían sus «compañeiros». ¡Qué ejemplo de socialismo y progresía!.
Haciendo una excepción en el blog y aunque nada tiene que ver el tema con Porto do Son, no puedo reprimirme y pasar por el alto el salario que con el "sudor de su frente" se lleva para casa la señora Anna, viendo la cantidad de familias que a día de hoy tienen a todos sus miembros en el paro.
Por lo que se ve su esposo, como no podía ser menos, también cobra lo suyo: Cataluña es buena si la bolsa suena y suena.
Ya lo dice el refrán: cambiaras de zapatero pero no de ladrón. Y después tienen la indecencia de llamarse Socialistas y Obreros. Esto es labrarse un futuro y asegurarse que la crisis no les afecte y lo demás, son ganas de incordiar.
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