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Variedad y precios del pescado atraen a los profesionales a los recintos
El número de compradores que acuden diariamente a las dos principales lonjas de pescado de la comarca, las de Ribeira y Portosín, ha aumentado. En el primer caso, la cifra de profesionales se sitúa en 220 y en el segundo, en 60. Esta circunstancia tiene dos vertientes; una positiva y otra negativa. Lo bueno del dato es que muchos de esos autónomos o empresarios acuden porque la variedad del pescado, la cantidad que se ofrece y los precios les llaman. Lo malo es que otros de esos compradores de pescado antes no lo eran y fue la crisis la que los empujó a hacerse con una furgoneta e intentar ganarse la vida vendiendo los frutos del mar. En todo caso, la conclusión final es que tanto en Portosín como en Ribeira notaron en el último año un repunte del número de personas que se dan cita en las subastas diarias.
A las seis de la tarde, acudir a la lonja ribeirense es sumergirse en un auténtico bullicio. Apenas hay sitio para andar en la rula. Son tantos los ojos que se posan sobre el pescado, tantas las voces que preguntan aquí y allá... Hay acentos de sitios muy diversos. Solo escuchándolos durante unos minutos uno se da cuenta de que a Ribeira llegan compradores prácticamente de toda Galicia, desde zonas de interior como el Deza o A Estrada, a otras próximas como el sur de la ría arousana o Noia y Muros. También, por supuesto, acuden al recinto numerosas placeras de la comarca barbanzana.
El encargado de la rula explica también que, de los 220 compradores, medio centenar son mayoristas, que hacen llegar el pescado ribeirense prácticamente a toda España. Unos 20 son exportadores. Actualmente, hay constancia de que se vende pescado subastado en Ribeira en países como Rusia, Portugal, Italia o Rumanía. Se compra fresco en la rula y se congela. En Portosín, la mayoría es para el mercado gallego o nacional.
El número de compradores que acuden diariamente a las dos principales lonjas de pescado de la comarca, las de Ribeira y Portosín, ha aumentado. En el primer caso, la cifra de profesionales se sitúa en 220 y en el segundo, en 60. Esta circunstancia tiene dos vertientes; una positiva y otra negativa. Lo bueno del dato es que muchos de esos autónomos o empresarios acuden porque la variedad del pescado, la cantidad que se ofrece y los precios les llaman. Lo malo es que otros de esos compradores de pescado antes no lo eran y fue la crisis la que los empujó a hacerse con una furgoneta e intentar ganarse la vida vendiendo los frutos del mar. En todo caso, la conclusión final es que tanto en Portosín como en Ribeira notaron en el último año un repunte del número de personas que se dan cita en las subastas diarias.
A las seis de la tarde, acudir a la lonja ribeirense es sumergirse en un auténtico bullicio. Apenas hay sitio para andar en la rula. Son tantos los ojos que se posan sobre el pescado, tantas las voces que preguntan aquí y allá... Hay acentos de sitios muy diversos. Solo escuchándolos durante unos minutos uno se da cuenta de que a Ribeira llegan compradores prácticamente de toda Galicia, desde zonas de interior como el Deza o A Estrada, a otras próximas como el sur de la ría arousana o Noia y Muros. También, por supuesto, acuden al recinto numerosas placeras de la comarca barbanzana.
El encargado de la rula explica también que, de los 220 compradores, medio centenar son mayoristas, que hacen llegar el pescado ribeirense prácticamente a toda España. Unos 20 son exportadores. Actualmente, hay constancia de que se vende pescado subastado en Ribeira en países como Rusia, Portugal, Italia o Rumanía. Se compra fresco en la rula y se congela. En Portosín, la mayoría es para el mercado gallego o nacional.
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