En el monte Muralla rianxeiro, en el Iroite, en A Picota. Los niños le sacaron más que partido a lo que hizo caer el cielo.
A los juguetes que aún huelen a nuevo y que Melchor, Gaspar y Baltasar acaban de dejar en las casas de miles de niños les salió ayer un duro competidor. La nieve. El manto blanco que cubrió zonas como la del monte Iroite, el Muralla o todas y cada de una de las aldeas de Mazaricos hizo las delicias de los más pequeños que, como no podía ser de otra manera, aprovecharon para hacer muñecos o tirarse bolas. Tanto interés despertó la nieve que algunos padres, en su intento por llevar a los críos a verla, se quedaron atrapados con sus coches.
Amén de estos percances, el día fue redondo para muchos pequeños gracias a los copos caídos del cielo. En Rianxo, por la mañana, era posible observar desde muchas casas la nevada que había caído sobre el Muralla. De ahí que, pese a tratarse de un día laborable, empezasen las excursiones familiares hacia el monte. Y algo parecido ocurrió en el Iroite, donde la zona de la base militar estuvo más que visitada. Peor lo pasaron los que subieron a A Curota con ganas de hacer blancos muñecos, ya que el monte barbanzano por excelencia no se tiñó de blanco.
Otros críos, de sitios como Mazaricos, lo tuvieron bastante más fácil. Solo con asomar la nariz a las puertas de sus casas podían ver la alfombra blanca en la que se había convertido el suelo. De ahí que proliferasen estampas de muñecos helados. Ellos, inmóviles, fueron testigos de todo lo que fue ocurriendo. Y, al mediodía, con el sol alumbrando, dijeron adiós al compás que se iba el singular y pasajero paisaje que dejó la nieve en la comarca.
Amén de estos percances, el día fue redondo para muchos pequeños gracias a los copos caídos del cielo. En Rianxo, por la mañana, era posible observar desde muchas casas la nevada que había caído sobre el Muralla. De ahí que, pese a tratarse de un día laborable, empezasen las excursiones familiares hacia el monte. Y algo parecido ocurrió en el Iroite, donde la zona de la base militar estuvo más que visitada. Peor lo pasaron los que subieron a A Curota con ganas de hacer blancos muñecos, ya que el monte barbanzano por excelencia no se tiñó de blanco.
Otros críos, de sitios como Mazaricos, lo tuvieron bastante más fácil. Solo con asomar la nariz a las puertas de sus casas podían ver la alfombra blanca en la que se había convertido el suelo. De ahí que proliferasen estampas de muñecos helados. Ellos, inmóviles, fueron testigos de todo lo que fue ocurriendo. Y, al mediodía, con el sol alumbrando, dijeron adiós al compás que se iba el singular y pasajero paisaje que dejó la nieve en la comarca.
La Voz de Galicia 9/1/2010
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