La distribución territorial aprobada por la Xunta en 1997 duplicó el número de comarcas en la zona. Noia se salió con la suya al lograr encabezar una nueva área.
En septiembre de 1995 empezó a debatirse en el Parlamento de Galicia el proyecto de ley de desarrollo comarcal. Era un texto legislativo que, entre otros objetivos, perseguía corregir los desequilibrios territoriales existentes a través de la puesta en marcha de un nuevo modelo de organización y planificación geográfica. La intención inicial de aquel gobierno autonómico que, por segunda legislatura consecutiva, presidía Manuel Fraga, no era otra que la de dotar a las comarcas de una entidad jurídica propia que les permitiese, con el apoyo de la propia Administración, la realización de planes de desarrollo específicos para cada territorio. Lo que se suponían buenas intenciones de los promotores y beneficios para el conjunto de la comunidad acabó convirtiéndose en un verdadero quebradero de cabeza para Dositeo Rodríguez, conselleiro de Presidencia de aquel ejecutivo y principal defensor de esta iniciativa. En el área barbanzana, los principales conflictos se vivieron en Noia, Lousame, Muros y Mazaricos.
La publicación, un año después, del primer mapa comarcal desató las críticas de un buen número de municipios que mostraban su malestar por la zona en la que se les pretendía incluir. Esta disconformidad venía motivada por la figura de la cabecera de comarca, que recaería en uno de los concellos que la conformaba y que, se suponía, pasaría a centralizar la mayoría de los nuevos servicios. Este hecho despertó el recelo de algunas corporaciones, que veían en el nuevo modelo una seria amenaza para su autonomía.
El primer municipio de la zona que mostró su oposición al plan fue Noia, que aparecía incluido en la comarca de Barbanza junto con Ribeira, Boiro, A Pobra, Rianxo, Porto do Son y Lousame. El pleno noiés, por unanimidad, acordó recurrir esta nueva agrupación «por antinatural», exigiendo a la Xunta que el término se enmarcase en una hipotética nueva comarca que se llamaría Ría de Muros-Noia y que estaría compuesta además por Lousame, Porto do Son, Outes, Muros y Mazaricos.
La corporación argumentaba que el municipio siempre había sido cabecera de partido judicial y centro comarcal de servicios, ferias y mercados que aglutinaban a las poblaciones de la redonda. Las pretensiones noiesas encontraron apoyo en Lousame, donde la totalidad de la corporación también rechazó la propuesta de la Xunta debido a «un nexo de unión mínimo» con Ribeira, hipotética capital de la nueva comarca y a una «relación historicamente probada cos concellos do norte do Barbanza».
Aceptación inicial
La iniciativa de Presidencia provocó, paradójicamente, menos oposición en la comarca de Muros. Allí, la nueva área propuesta aglutinaba a los ayuntamientos de Muros, Outes, Carnota y Mazaricos pese a reconocerse en el propio documento el hecho de que este territorio, comprendido entre la desembocadura del Tambre y el río Xallas, «no era una comarca natural en sí misma dada su división en dos planicies, una situada longitudinalmente a la orilla del mar y la otra, en la montaña». Así se echó mano del criterio histórico-institucional que se remontaba a la organización jurisdiccional de la antigua provincia de Santiago en el siglo XVIII y que situaba dentro del territorio de Muros a los mismos municipios que proponía el plan autonómico, para apoyar la idoneidad de la nueva entidad.
A pesar de las dudas que debería provocar esta extraña argumentación, ninguno de los cuatro integrantes mostró su oposición, más bien todo lo contrario. Mazaricos se posicionó abiertamente a favor de su inclusión en Muros pese a la fuerte vinculación económica y social que mantenía con Santa Comba, municipio que proponía la creación de una comarca conjunta, como al final acabó sucediendo.
Carnota solo mostró su oposición a formar parte del proyecto de comarca compartida que defendía Noia, y en Outes, el alcalde consultó a las asociaciones y entidades representativas.
Aunque las cosas darían un giro inesperado en febrero de 1997, cuando la Xunta decidió, aceptando la propuesta de Noia, crear una tercera zona que aglutinaría una parte del territorio incluido previamente en Barbanza y Muros. Nació así la comarca noiesa, que pasaría a estar compuesta por Noia, Lousame, Porto do Son y Outes. De nada sirvieron las encendidas acusaciones de partidismo formuladas por el malogrado alcalde muradano, Celestino Formoso, que decía «sentir tristura e vergoña porque as razón de carácter técnico, histórico, xeográfico e económico non contaron para nada». Ni siquiera el anuncio del, por entonces, secretario de PSOE gallego, Francisco Vázquez, de que su partido derogaría el plan si accedía el gobierno hizo desistir al PP de su aprobación en solitario.
Trece años después, las comarcas de Barbanza, Muros y Noia siguen manteniendo la misma estructura que les confirió la Lei 7/1996 de Desenvolvemento Comarcal. De los ambiciosos proyectos que, se suponía, iban a ponerse en marcha una vez empezaran a funcionar los centros y fundaciones comarcales no se sabe nada.
La Voz de Galicia 17/1/2010
0 comentarios:
Publicar un comentario