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Muchos de los taludes dañados por las fuertes lluvias están en lugares con el suelo calcinado y sin vegetación, lo que provoca inestabilidad en el terreno
Las consecuencias de la ola de incendios que vivió Barbanza durante el verano siguen pasando factura medio año después. Una de ellas está relacionada con los desprendimientos de tierra y rocas en viales. Y es que muchos de los incidentes de este tipo que se registraron en las últimas semanas fueron en zonas arrasadas por las llamas, que ejercieron un efecto nocivo sobre el ecosistema. El resultado es que, ahora, el suelo ni tiene vegetación ni raíces que aporten estabilidad. Al carecer de estos elementos, el efecto de los arrastres provocados por la lluvia se magnifica y genera desprendimientos en diferentes partes del monte que, al estar en pendiente, acaban dañando los taludes de las carreteras y causando problemas de seguridad a los conductores.
La AC-550, cuyo trazado va en paralelo por buena parte del litoral de la comarca, ha sido testigo de esta situación. Carnota y Muros son buenos ejemplos. Igual que Porto do Son, en donde los pequeños desprendimientos y el arrastre de ceniza, que acaba convirtiéndose en una espesa masa, contribuyen a provocar una situación de inseguridad en las carreteras. También lo es el acceso que une Boiro y Noia, donde los problemas han sido constantes en los lugares de Cures y Moimenta, o en la parroquia lousamiana de Tállara.
Los técnicos y equipos de emergencias que se han dedicado a estudiar los taludes y a recoger tanto la tierra como las piedras que acabaron en diferentes calzadas coinciden al señalar que los incendios contribuyeron a propiciar este escenario. Pero también señalan como causa de otros derrumbes, como los ocurridos en la autovía, a las constantes y fuertes precipitaciones que encharcaron los montes barbanzanos durante los últimos meses.
Reapertura en la autovía
Fuentes de la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Infraestructuras, informaron ayer de que prevé abrir el tramo de la autovía cerrado, a su paso por el término de A Pobra, mañana, aunque la hora está todavía sin fijar.
Las consecuencias de la ola de incendios que vivió Barbanza durante el verano siguen pasando factura medio año después. Una de ellas está relacionada con los desprendimientos de tierra y rocas en viales. Y es que muchos de los incidentes de este tipo que se registraron en las últimas semanas fueron en zonas arrasadas por las llamas, que ejercieron un efecto nocivo sobre el ecosistema. El resultado es que, ahora, el suelo ni tiene vegetación ni raíces que aporten estabilidad. Al carecer de estos elementos, el efecto de los arrastres provocados por la lluvia se magnifica y genera desprendimientos en diferentes partes del monte que, al estar en pendiente, acaban dañando los taludes de las carreteras y causando problemas de seguridad a los conductores.
La AC-550, cuyo trazado va en paralelo por buena parte del litoral de la comarca, ha sido testigo de esta situación. Carnota y Muros son buenos ejemplos. Igual que Porto do Son, en donde los pequeños desprendimientos y el arrastre de ceniza, que acaba convirtiéndose en una espesa masa, contribuyen a provocar una situación de inseguridad en las carreteras. También lo es el acceso que une Boiro y Noia, donde los problemas han sido constantes en los lugares de Cures y Moimenta, o en la parroquia lousamiana de Tállara.
Los técnicos y equipos de emergencias que se han dedicado a estudiar los taludes y a recoger tanto la tierra como las piedras que acabaron en diferentes calzadas coinciden al señalar que los incendios contribuyeron a propiciar este escenario. Pero también señalan como causa de otros derrumbes, como los ocurridos en la autovía, a las constantes y fuertes precipitaciones que encharcaron los montes barbanzanos durante los últimos meses.
Reapertura en la autovía
Fuentes de la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Infraestructuras, informaron ayer de que prevé abrir el tramo de la autovía cerrado, a su paso por el término de A Pobra, mañana, aunque la hora está todavía sin fijar.
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