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La tradición de las alfombras florales se extiende por villas y parroquias de la zona
Cada año son más y mejores. Las alfombras florales se extienden por las poblaciones y parroquias de los municipios de Barbanza y Costa da Morte. Centenares de personas se afanan las semanas antes de las celebraciones del Corpus en juntar flores, plantas, sal, serrín, gravilla... un sinfín de materiales para confeccionar los tapices que en pocos minutos acaban destrozados tras el paso de las comitivas religiosas. El esfuerzo, pese a todo, vale la pena, según confiesan quienes participan en el adorno de las calles.
Si los días antes de la festividad el trabajo no es poco, el gran esfuerzo se reserva siempre para la madrugada anterior a la jornada de los desfiles procesionales. Muchos permanecen toda la noche cubriendo los dibujos que previamente se han perfilado a tiza en el suelo, figuras que incluso han sido elaboradas por profesionales de la pintura.
Hasta numerosos niños ayudan a los mayores aportando el material que precisan para cumplir con el compromiso de hacer todo un camino de flores para que lo recorra el Santísimo Sacramento.
Si hay lugares como Outes o A Pobra donde esta tradición se puede considerar antigua; otros como Boiro, Noia o Ribeira, más recientes, no les van a la zaga en la calidad de los diseños.
La edición de este año contó con un aliado de excepción: el buen tiempo reinante que no solamente evitó la lluvia que acaba destruyendo tantos días de esfuerzo, sino que incluso fue benévolo con el viento que suele arrastrar las hojas de quienes no emplean cola para adherir los adornos al suelo. La admiración general es la recompensa.
Cada año son más y mejores. Las alfombras florales se extienden por las poblaciones y parroquias de los municipios de Barbanza y Costa da Morte. Centenares de personas se afanan las semanas antes de las celebraciones del Corpus en juntar flores, plantas, sal, serrín, gravilla... un sinfín de materiales para confeccionar los tapices que en pocos minutos acaban destrozados tras el paso de las comitivas religiosas. El esfuerzo, pese a todo, vale la pena, según confiesan quienes participan en el adorno de las calles.
Si los días antes de la festividad el trabajo no es poco, el gran esfuerzo se reserva siempre para la madrugada anterior a la jornada de los desfiles procesionales. Muchos permanecen toda la noche cubriendo los dibujos que previamente se han perfilado a tiza en el suelo, figuras que incluso han sido elaboradas por profesionales de la pintura.
Hasta numerosos niños ayudan a los mayores aportando el material que precisan para cumplir con el compromiso de hacer todo un camino de flores para que lo recorra el Santísimo Sacramento.
Si hay lugares como Outes o A Pobra donde esta tradición se puede considerar antigua; otros como Boiro, Noia o Ribeira, más recientes, no les van a la zaga en la calidad de los diseños.
La edición de este año contó con un aliado de excepción: el buen tiempo reinante que no solamente evitó la lluvia que acaba destruyendo tantos días de esfuerzo, sino que incluso fue benévolo con el viento que suele arrastrar las hojas de quienes no emplean cola para adherir los adornos al suelo. La admiración general es la recompensa.
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