:lvg: | 6/3/2011
La costumbre de criar animales para consumo propio ha perdido peso
Si bien la sabiduría popular delimita con bastante claridad lo que podría considerarse la temporada alta de la matanza del cerdo (Polo San Martiño -11 de noviembre-, mata o teu porquiño o Ata o San Andrés -30 de noviembre- mata o porco se o tes), con la llegada del entroido también proliferan por buena parte de la comarca los sacrificios caseros de gorrinos.
Aunque, lo cierto es que poco o nada tiene que ver la manera en la que se lleva a cabo actualmente este ritual, tan presente dentro de la etnografía rural gallega, con el que se practicaba hace tan solo un par de décadas en la mayoría de aldeas de Outes, Lousame o Mazaricos. Los cambios que se han ido produciendo en los hábitos alimenticios y la mala consideración que, durante un tiempo, tuvo la carne de cerdo como fuente de grasas poco beneficiosas para la salud, han retraído en cierta manera el consumo de este tipo de vianda, principalmente entre aquellas personas más jóvenes. Ello ha provocado igualmente que muchos vecinos hayan perdido la costumbre de criar en el animal durante todo el año en sus casas recurriendo directamente a las carnicerías cuando necesitan de algún despiece en concreto.
Comprarlo ya cebado
Este extremo lo confirma el carnicero mazaricano Marcos Caamaño del Río: «Agora a xente apenas cría porcos nas casas. As novas xeracións prefiren comprar un xa cebado entre varios e compartilo. En moitas casas apenas xa se come diariamente deste tipo de carne, polo que cando precisan dalgunha veñen xunto nós e collen medio porco ou directamente compran a parte que necesitan».
Tampoco la reciente normativa sobre el cuidado, transporte y sacrificio de animales ha ayudado a clarificar el asunto de las matanzas domésticas con lo que la mayoría de los criadores optan ahora por recurrir a un profesional que les realiza todo el trabajo conforme a la ley. Es decir, procede a aturdir al animal antes de darle muerte minimizando su sufrimiento posibilitando además que se desangre lo antes posible.
Nada queda ya de las multitudinarias reuniones de vecinos para compartir los trabajos de la matanza, limpieza y posterior descuartizado del animal. Por no utilizar ya ni se usan los tradicionales carros del país para sujetarlo ni la hierba seca para chamuscarlo. Tampoco se juntan las mujeres de todas las casas para elaborar los chorizos, las morcillas o los tradicionales chicharrones, también llamados rinchóns en algunas zonas.
Relacionada
El censo de ejemplares se ha reducido
Evitar el sufrimiento del animal
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Aunque, lo cierto es que poco o nada tiene que ver la manera en la que se lleva a cabo actualmente este ritual, tan presente dentro de la etnografía rural gallega, con el que se practicaba hace tan solo un par de décadas en la mayoría de aldeas de Outes, Lousame o Mazaricos. Los cambios que se han ido produciendo en los hábitos alimenticios y la mala consideración que, durante un tiempo, tuvo la carne de cerdo como fuente de grasas poco beneficiosas para la salud, han retraído en cierta manera el consumo de este tipo de vianda, principalmente entre aquellas personas más jóvenes. Ello ha provocado igualmente que muchos vecinos hayan perdido la costumbre de criar en el animal durante todo el año en sus casas recurriendo directamente a las carnicerías cuando necesitan de algún despiece en concreto.
Comprarlo ya cebado
Este extremo lo confirma el carnicero mazaricano Marcos Caamaño del Río: «Agora a xente apenas cría porcos nas casas. As novas xeracións prefiren comprar un xa cebado entre varios e compartilo. En moitas casas apenas xa se come diariamente deste tipo de carne, polo que cando precisan dalgunha veñen xunto nós e collen medio porco ou directamente compran a parte que necesitan».
Tampoco la reciente normativa sobre el cuidado, transporte y sacrificio de animales ha ayudado a clarificar el asunto de las matanzas domésticas con lo que la mayoría de los criadores optan ahora por recurrir a un profesional que les realiza todo el trabajo conforme a la ley. Es decir, procede a aturdir al animal antes de darle muerte minimizando su sufrimiento posibilitando además que se desangre lo antes posible.
Nada queda ya de las multitudinarias reuniones de vecinos para compartir los trabajos de la matanza, limpieza y posterior descuartizado del animal. Por no utilizar ya ni se usan los tradicionales carros del país para sujetarlo ni la hierba seca para chamuscarlo. Tampoco se juntan las mujeres de todas las casas para elaborar los chorizos, las morcillas o los tradicionales chicharrones, también llamados rinchóns en algunas zonas.
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Todo influye, pero a nadie se le escapa que en las casas de las aldeas cada vez hay menos gente. Aquí, en pleno casco de Porto do Son, mucho antes de estas prohibiciones los vecinos ya habían dejado de criarlos y cultivar sus fincas para poder darles de comer. ¿Quién no recuerda las que había justo al lado de la parada del Celta?. Hoy toda esa zona está llena de edificios que cobijan una panadería, una óptica, tiendas de electrodomésticos, de muebles, un restaurante o el parque infantil de Xerardo Diez?. Mudaron los tiempos y los hábitos. Dudamos de que incluso dejasen lavar las tripas al río a las mujeres como hacían antes, so pena de acusarlas de contaminación, cuando por ejemplo, nunca hubo tantas truchas.
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