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La falta de medios obligó a los vecinos de Baroña a apagar el fuego en sus primeras horas
El fuego nunca es un invitado deseado. Y menos si aparece de noche y en un monte frondoso. El incendio de Baroña, que comenzó en la madrugada del jueves y al cierre de esta edición seguía sin ser controlado tras quemar más de 100 hectáreas, fue una pesadilla para los vecinos. Las primeras llamas comenzaron en el perímetro del núcleo principal, para luego avanzar en paralelo a la playa de A Arnela hasta adentrarse en los montes de Baroña.
Los incendios del monte Pindo y Negreira coparon casi todos los medios disponibles esa noche. Y la Administración no dudó en recurrir a la comunidad de montes de esta parroquia para frenar las llamas en una primera avanzadilla. Se trata de una entidad que cuenta con una cuadrilla todo el año, que pone en orden este terreno comunal y que lo conoce a la perfección. Además, tiene todas las herramientas necesarias para combatir esta lacra. Desde el principio, los vecinos ya vieron que no estaban ante un simple conato. Y que sus autores habían actuado con conocimiento de causa para hacer el mayor daño posible.
La Policía Local sí estuvo al pie del cañón desde el minuto uno. Igual que el alcalde, Luis Oujo, que por la mañana seguía sin dormir. En un principio se decidió trasladar a las personas mayores a la casa de cultura para evitar posibles desgracias en el caso de que el fuego entrase hasta el salón de sus viviendas. Solo una vecina aceptó. Se llama Concha Rodríguez. Habita en una casa frente a la playa de A Arnela. Ella no quería ir, prefería estar con su hermana en su casa. Pero no la dejaron.
Evacuaciones
«Tíñanme alí e facía falta alguén que estivese comigo, pero eu non quería molestar a ninguén... Así que en canto puiden volvín para a casa», explicaba ayer a mediodía mientras veía como el fuego seguía cercando su vivienda. El resto de vecinos de las aldeas amenazadas hicieron piña para hacer guardia frente a sus propiedades. En Carnota y Mazaricos la tensión seguía siendo máxima al cierre de esta edición. La segunda noche del gran incendio se presentaba larga y los vecinos aseguraban que no tenían la intención de dormir «por miedo».
El fuego nunca es un invitado deseado. Y menos si aparece de noche y en un monte frondoso. El incendio de Baroña, que comenzó en la madrugada del jueves y al cierre de esta edición seguía sin ser controlado tras quemar más de 100 hectáreas, fue una pesadilla para los vecinos. Las primeras llamas comenzaron en el perímetro del núcleo principal, para luego avanzar en paralelo a la playa de A Arnela hasta adentrarse en los montes de Baroña.
Los incendios del monte Pindo y Negreira coparon casi todos los medios disponibles esa noche. Y la Administración no dudó en recurrir a la comunidad de montes de esta parroquia para frenar las llamas en una primera avanzadilla. Se trata de una entidad que cuenta con una cuadrilla todo el año, que pone en orden este terreno comunal y que lo conoce a la perfección. Además, tiene todas las herramientas necesarias para combatir esta lacra. Desde el principio, los vecinos ya vieron que no estaban ante un simple conato. Y que sus autores habían actuado con conocimiento de causa para hacer el mayor daño posible.
La Policía Local sí estuvo al pie del cañón desde el minuto uno. Igual que el alcalde, Luis Oujo, que por la mañana seguía sin dormir. En un principio se decidió trasladar a las personas mayores a la casa de cultura para evitar posibles desgracias en el caso de que el fuego entrase hasta el salón de sus viviendas. Solo una vecina aceptó. Se llama Concha Rodríguez. Habita en una casa frente a la playa de A Arnela. Ella no quería ir, prefería estar con su hermana en su casa. Pero no la dejaron.
Evacuaciones
«Tíñanme alí e facía falta alguén que estivese comigo, pero eu non quería molestar a ninguén... Así que en canto puiden volvín para a casa», explicaba ayer a mediodía mientras veía como el fuego seguía cercando su vivienda. El resto de vecinos de las aldeas amenazadas hicieron piña para hacer guardia frente a sus propiedades. En Carnota y Mazaricos la tensión seguía siendo máxima al cierre de esta edición. La segunda noche del gran incendio se presentaba larga y los vecinos aseguraban que no tenían la intención de dormir «por miedo».
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