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Galicia arde un verano más por los cuatro costados. No hay provincia en la que el fuego no haya sembrado el miedo entre la población al devorar miles hectáreas de monte hoy inservibles. Mientras la sociedad, los cuerpos de seguridad y la clase política siguen buscando respuestas que sirvan para explicar, principalmente, el porqué, pero también el cómo y para qué, a nadie se le escapa que la mayor parte de los incendios son intencionados. Sobre todo los más grandes. Esos que requieren el esfuerzo de un batallón de medios -y en muchos casos de vecinos también- para extinguir las llamas.
El problema es que estos servicios de emergencias han entrado en un bucle que dominan los incendiarios. Y que manejan a su antojo plantando nuevos focos en zonas que se han quedado desprotegidas ante la avalancha de solicitudes de otros lugares afectados. Este escenario volvió a vivirse el miércoles. El incendio de Negreira fue la antesala del que comenzaría horas después en el monte Pindo. El despliegue de medios fue mayúsculo, pero dejó desprotegidas otras zonas cercanas y sensibles como Barbanza.
Ayuda de los comuneros
Un tercer gran fuego comenzó de madrugada en los montes de Baroña, en Porto do Son. La petición de ayuda de los vecinos fue en vano. No había personal suficiente para atender todos los frentes abiertos. Solo la ayuda de los comuneros de esta parroquia, que tienen una brigada propia y maquinaria trabajando todo el año, frenó las llamas hasta la llegada de los primeros brigadistas. Este escenario se dio este verano en otras ocasiones en Barbanza. Los incendios y sus diferentes localizaciones hacen que los medios se vean desbordados por la estrategia de los incendiarios, algo que entre bambalinas confirman mandatarios locales, brigadistas y vecinos. Los causantes aprovechan que los efectivos se trasladan a sofocar las llamas en montes fuera de sus ámbitos, para prender fuego en estas zonas, que acaban siendo más graves que los otros.
El problema es que estos servicios de emergencias han entrado en un bucle que dominan los incendiarios. Y que manejan a su antojo plantando nuevos focos en zonas que se han quedado desprotegidas ante la avalancha de solicitudes de otros lugares afectados. Este escenario volvió a vivirse el miércoles. El incendio de Negreira fue la antesala del que comenzaría horas después en el monte Pindo. El despliegue de medios fue mayúsculo, pero dejó desprotegidas otras zonas cercanas y sensibles como Barbanza.
Ayuda de los comuneros
Un tercer gran fuego comenzó de madrugada en los montes de Baroña, en Porto do Son. La petición de ayuda de los vecinos fue en vano. No había personal suficiente para atender todos los frentes abiertos. Solo la ayuda de los comuneros de esta parroquia, que tienen una brigada propia y maquinaria trabajando todo el año, frenó las llamas hasta la llegada de los primeros brigadistas. Este escenario se dio este verano en otras ocasiones en Barbanza. Los incendios y sus diferentes localizaciones hacen que los medios se vean desbordados por la estrategia de los incendiarios, algo que entre bambalinas confirman mandatarios locales, brigadistas y vecinos. Los causantes aprovechan que los efectivos se trasladan a sofocar las llamas en montes fuera de sus ámbitos, para prender fuego en estas zonas, que acaban siendo más graves que los otros.
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