Centenares de vecinos de la comarca se acercaron hasta la tierra sonense para disfrutar de la tradicional sardiñada que se celebra en el campamento de A Aguieira.
Los más pequeños tampoco faltaron a la cita. Jóvenes y mayores se dieron cita bajo los árboles del campamento de Loreto. Así, se podían ver desde bebés de meses hasta personas que rozaban los noventa años. Por supuesto, todos ellos tenían un objetivo: pasarlo en grande uno de los días más sonados del año.
El campamento de Loreto, situado en las inmediaciones de la playa sonense de A Aguieira, rozaba ayer el lleno absoluto. Y es que fueron muchas las familias que, animadas por el cielo despejado y el sol radiante, se acercaron hasta el lugar para disfrutar de una de las citas más populares de las Festas do Carme.
Desde primera hora de la mañana -los más madrugadores llegaron al lugar a las siete-, la entrada del campamento de Loreto se convirtió en una especie de hormiguero al que todos los porteadores llegaban acompañados de provisiones. Tanto es así que no era raro toparse con gente cargando con empanadas, neveras portátiles, tortillas, dulce, y por supuesto, gran variedad de vinos y licores con los que hacer frente a la larga sobremesa.
A pesar de que la organización repartió de manera gratuita 1.500 raciones de sardinas, 250 kilos de pan de brona y 600 litros de vino, los romeros no dudaron en acercarse hasta el lugar no solo acompañados de una buena dosis de comida, sino que lo hicieron con cocinas portátiles y parrillas en las que elaborar desde el tradicional churrasco hasta una paella. Eso sí, sin olvidarse del sabroso pulpo á feira.
Cabe destacar que, a pesar del amplio despliegue de viandas que acercaron hasta el lugar los romeros, las cajas de sardinas que dispuso para la ocasión la comisión organizadora se acabaron en un abrir y cerrar de ojos. Y es que, aunque la cola no se fue larga hasta la una de la tarde, los encargados de atender a las parrillas ya empezaron a despachar pescado a las doce de la mañana.
Amplio despliegue
Solo hacía falta darse un paseo por el lugar para darse cuenta de que los tiempos cambian y de que incluso en el campo se puede disfrutar de una comida rodeado de grandes comodidades. Aunque no faltó quien, como siempre, estuviese sentado en el suelo sobre el típico mantel de cuadros, lo normal era ver a los comensales acomodados a la mesa. Incluso hubo quien llegó con una hamaca en la mano para, ya con el estómago lleno, echar una buena siesta a la sombra. Por si esto fuera poco, y por si el grupo de gaitas fallase -a las cuatro todavía no había hecho acto de presencia, por lo que algunas personas temían que no apareciese- alguno de los romeros llevó la guitarra para poner música a la fiesta.
El campamento de Loreto, situado en las inmediaciones de la playa sonense de A Aguieira, rozaba ayer el lleno absoluto. Y es que fueron muchas las familias que, animadas por el cielo despejado y el sol radiante, se acercaron hasta el lugar para disfrutar de una de las citas más populares de las Festas do Carme.
Desde primera hora de la mañana -los más madrugadores llegaron al lugar a las siete-, la entrada del campamento de Loreto se convirtió en una especie de hormiguero al que todos los porteadores llegaban acompañados de provisiones. Tanto es así que no era raro toparse con gente cargando con empanadas, neveras portátiles, tortillas, dulce, y por supuesto, gran variedad de vinos y licores con los que hacer frente a la larga sobremesa.
A pesar de que la organización repartió de manera gratuita 1.500 raciones de sardinas, 250 kilos de pan de brona y 600 litros de vino, los romeros no dudaron en acercarse hasta el lugar no solo acompañados de una buena dosis de comida, sino que lo hicieron con cocinas portátiles y parrillas en las que elaborar desde el tradicional churrasco hasta una paella. Eso sí, sin olvidarse del sabroso pulpo á feira.
Cabe destacar que, a pesar del amplio despliegue de viandas que acercaron hasta el lugar los romeros, las cajas de sardinas que dispuso para la ocasión la comisión organizadora se acabaron en un abrir y cerrar de ojos. Y es que, aunque la cola no se fue larga hasta la una de la tarde, los encargados de atender a las parrillas ya empezaron a despachar pescado a las doce de la mañana.
Amplio despliegue
Solo hacía falta darse un paseo por el lugar para darse cuenta de que los tiempos cambian y de que incluso en el campo se puede disfrutar de una comida rodeado de grandes comodidades. Aunque no faltó quien, como siempre, estuviese sentado en el suelo sobre el típico mantel de cuadros, lo normal era ver a los comensales acomodados a la mesa. Incluso hubo quien llegó con una hamaca en la mano para, ya con el estómago lleno, echar una buena siesta a la sombra. Por si esto fuera poco, y por si el grupo de gaitas fallase -a las cuatro todavía no había hecho acto de presencia, por lo que algunas personas temían que no apareciese- alguno de los romeros llevó la guitarra para poner música a la fiesta.
La Voz de Galicia 10/9/2009
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