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Esta semana andan ajetreados en la gran empresa de Ribeira. Y no es para menos, han cumplido 50 años. Un número redondo y abultado que esconde mucho trabajo, dedicación y visión de futuro; la clave del éxito.
Si una cierra los ojos, y convierte la factoría en buque, en el puente de mando, con una mano en la caña, vislumbra a un personaje enjuto y de gesto sereno. Con un poco más de esfuerzo se dibuja en mi mente el retrato de un hombre a medio camino entre el refinado dandi y el gallego de la media sonrisa socarrona: don Ramiro Carregal Rey. Y el «don» no es de regalo, ni forzado por la dependencia; es obligada merced, bien ganada en 84 años intensos y que a buen seguro parecerá excesiva al destinatario.
Podría extenderme por los vericuetos de su milagro económico llamado Frinsa del Noroeste Sociedad Anónima, sobre todo cuando en un momento de graves dificultades sigue aumentando facturación -ya cercana a los 400 millones de euros- y plantilla roza las 1.800 personas. O explayarme en sus muchos hitos visionarios, traducidos en otras tantas iniciativas innovadoras de éxito. Y, cómo no, glosar y loar su tozudo compromiso con Ribeira y el Barbanza en el desarrollo de su iniciativa empresarial; no sucumbiendo a los cánticos de sirena procedentes de otros lares. A contracorriente, demostrando a todos de forma palmaria que no era necesario deslocalizar para crecer.
Pero no es ese el sentido de esta columna, pues supongo que habrá foros más adecuados y versados para tal fin. Yo quiero volver a la persona que envuelven sus originales trajes blancos y azules, que cubren sus gorras de marino. El ser humano abierto y receptivo, sensible ante el medio que le rodea. Al educado compañero de mesa y al humilde tertuliano, que se convierte en uno más, a pesar de tener tantas cosas que decir ¡un buen oidor en un mundo tan falto de ellos! Sin duda al Ramiro Carregal risueño que ameniza a quienes le rodean con simpáticas anécdotas y chascarrillos, porque las penas ya las sirve la vida. El personaje transparente y de filosofía tan cercana que lo convierte en entrañable, que no pretende sentar cátedra con cada palabra. El mecenas implicado en mil y una causas e iniciativas deportivas -desde aquel mítico equipo de fútbol sala de finales de los setenta- al tenis, el fútbol, la vela, el golf? O el mecenas cultural, y de otras actividades sociales.
Por todo ello, transcurridos 50 años de la aventura empresarial y 84 de la personal, desde la calidez del anonimato, agradecerle, don Ramiro, que siga haciendo méritos todos los días para ese tratamiento. Que no se haya disipado como un terrón de azúcar en su indiscutible éxito. Que siga manteniendo su ilusión, simpatía, originalidad y, sobre todo, su cercana sencillez. Algo que parece tan fácil pero que a mí, sentimental que es una, se me antoja su mayor logro y lección para quien quiera aprenderla. ¡Salud a la empresa y al empresario!
Si una cierra los ojos, y convierte la factoría en buque, en el puente de mando, con una mano en la caña, vislumbra a un personaje enjuto y de gesto sereno. Con un poco más de esfuerzo se dibuja en mi mente el retrato de un hombre a medio camino entre el refinado dandi y el gallego de la media sonrisa socarrona: don Ramiro Carregal Rey. Y el «don» no es de regalo, ni forzado por la dependencia; es obligada merced, bien ganada en 84 años intensos y que a buen seguro parecerá excesiva al destinatario.
Podría extenderme por los vericuetos de su milagro económico llamado Frinsa del Noroeste Sociedad Anónima, sobre todo cuando en un momento de graves dificultades sigue aumentando facturación -ya cercana a los 400 millones de euros- y plantilla roza las 1.800 personas. O explayarme en sus muchos hitos visionarios, traducidos en otras tantas iniciativas innovadoras de éxito. Y, cómo no, glosar y loar su tozudo compromiso con Ribeira y el Barbanza en el desarrollo de su iniciativa empresarial; no sucumbiendo a los cánticos de sirena procedentes de otros lares. A contracorriente, demostrando a todos de forma palmaria que no era necesario deslocalizar para crecer.
Pero no es ese el sentido de esta columna, pues supongo que habrá foros más adecuados y versados para tal fin. Yo quiero volver a la persona que envuelven sus originales trajes blancos y azules, que cubren sus gorras de marino. El ser humano abierto y receptivo, sensible ante el medio que le rodea. Al educado compañero de mesa y al humilde tertuliano, que se convierte en uno más, a pesar de tener tantas cosas que decir ¡un buen oidor en un mundo tan falto de ellos! Sin duda al Ramiro Carregal risueño que ameniza a quienes le rodean con simpáticas anécdotas y chascarrillos, porque las penas ya las sirve la vida. El personaje transparente y de filosofía tan cercana que lo convierte en entrañable, que no pretende sentar cátedra con cada palabra. El mecenas implicado en mil y una causas e iniciativas deportivas -desde aquel mítico equipo de fútbol sala de finales de los setenta- al tenis, el fútbol, la vela, el golf? O el mecenas cultural, y de otras actividades sociales.
Por todo ello, transcurridos 50 años de la aventura empresarial y 84 de la personal, desde la calidez del anonimato, agradecerle, don Ramiro, que siga haciendo méritos todos los días para ese tratamiento. Que no se haya disipado como un terrón de azúcar en su indiscutible éxito. Que siga manteniendo su ilusión, simpatía, originalidad y, sobre todo, su cercana sencillez. Algo que parece tan fácil pero que a mí, sentimental que es una, se me antoja su mayor logro y lección para quien quiera aprenderla. ¡Salud a la empresa y al empresario!
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