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Sesenta escolares sonenses visitaron los trabajos de rehabilitación
El sol lucía en lo alto desde primera hora de la mañana. Los verdaderos protagonistas de la jornada descendieron decididos por el sendero que da acceso el castro de Baroña, un espacio que conocen bien y que ayer les sirvió de aula para profundizar un poco más en el pasado de su pueblo. Y es que estos jóvenes arqueólogos estudian en el colegio de Baroña. En total eran sesenta. A falta de libretas, en sus caras se apreciaba el interés que despertaban los trabajos que se están llevando a cabo en ese castro que todos tan bien conocen.
«Están acostumados a vir cos seus pais e avós dende sempre a pasar a tarde ou o día, a pasear ou para ir á praia», explicaba uno de los maestros que se encargaba de contener la emoción que desbordaba a estos jóvenes devotos del yacimiento. La visita, que se repartió en dos grupos, incluía primero un recorrido por los dos barrios del castro y una clase práctica en una de las zonas acordonadas para su análisis.
El maestro de ceremonias fue el arqueólogo Ángel Concheiro, que acompañó a la novel comitiva durante un recorrido por el asentamiento para explicarles los secretos que la historia ha enterrado entre piedras y arena. En la parte final de la visita, algunos de los escolares pudieron meterse en faena al escarbar el suelo para extraer restos de interés arqueológico. Al final, los comuneros de Baroña, que están colaborando desinteresadamente con los profesionales que pondrán en valor este icono barbanzano, repartieron bebidas frías a los niños como recompensa por el interés mostrado en su primera clase en el aula de Baroña.
El sol lucía en lo alto desde primera hora de la mañana. Los verdaderos protagonistas de la jornada descendieron decididos por el sendero que da acceso el castro de Baroña, un espacio que conocen bien y que ayer les sirvió de aula para profundizar un poco más en el pasado de su pueblo. Y es que estos jóvenes arqueólogos estudian en el colegio de Baroña. En total eran sesenta. A falta de libretas, en sus caras se apreciaba el interés que despertaban los trabajos que se están llevando a cabo en ese castro que todos tan bien conocen.
«Están acostumados a vir cos seus pais e avós dende sempre a pasar a tarde ou o día, a pasear ou para ir á praia», explicaba uno de los maestros que se encargaba de contener la emoción que desbordaba a estos jóvenes devotos del yacimiento. La visita, que se repartió en dos grupos, incluía primero un recorrido por los dos barrios del castro y una clase práctica en una de las zonas acordonadas para su análisis.
El maestro de ceremonias fue el arqueólogo Ángel Concheiro, que acompañó a la novel comitiva durante un recorrido por el asentamiento para explicarles los secretos que la historia ha enterrado entre piedras y arena. En la parte final de la visita, algunos de los escolares pudieron meterse en faena al escarbar el suelo para extraer restos de interés arqueológico. Al final, los comuneros de Baroña, que están colaborando desinteresadamente con los profesionales que pondrán en valor este icono barbanzano, repartieron bebidas frías a los niños como recompensa por el interés mostrado en su primera clase en el aula de Baroña.
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