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No hubo clemencia para el entroido
Barbanza pasó de la euforia al llanto en la despedida del carnaval
No hubo clemencia para Felipe, ni para Facundo, ni para Felipiño, ni para el Toribiño. Ni siquiera la Sardiña pudo evitar las llamas. La comarca enterró el entroido por este año en una tarde en la que la euforia dejó paso al llanto más desconsolado en los «funerales» por las distintas representaciones que don Carnal adopta a lo largo y ancho de Barbanza.
Aunque en lugares como Boiro el telón carnavalero no se bajará hasta el domingo debido a las actividades que hubo que aplazar por la lluvia, en la mayoría de los concellos los disfraces abandonaron las calles tras concurridos entierros como el celebrado en Ribeira.
Si la lluvia aguó buena parte de las celebraciones del carnaval, sí dio una tregua para que los vecinos de Santa Uxía se echasen a la calle para despedir al Felipe como es debido. Con puntualidad británica, la concurrida comitiva fúnebre, en la que no faltaron ni curas ni obispos, partió del entorno del auditorio para que el difunto recorriese por última vez la ciudad. Media hora duró un desfile al que, a cada paso, se sumaban más vecinos para dar su último adiós al carnaval.
El punto y final del recorrido fue de nuevo la zona del auditorio ribeirense, donde todo estaba dispuesto para un festival de pólvora que redujo a cenizas a Felipe: «¿Pero vano queimar de verdade?», preguntaba un niño a su padre. «Pois claro».
Misma escena
Efectivamente, lo quemaron de verdad, y en cuestión de minutos Felipe pasó a mejor vida, igual que le ocurrió a la Sardiña de Noia y de Outes, al Felipiño sonense, al Facundo de Muros y al Toribio rianxeiro. Todos ellos participaron en un último desfile por las calles de sus respectivas villas antes de acabar enterrados o quemados en una hoguera.
La despedida fue triste, entre llantos de amargura y música de charangas, quizá poco apropiada para un sepelio, pero, al fin y al cabo, Felipe, Felipiño, Toribiño o Facundo resucitarán milagrosamente dentro de un año para volver a llenar de comparsas, disfraces y alegría las calles de la comarca.
Barbanza pasó de la euforia al llanto en la despedida del carnaval
No hubo clemencia para Felipe, ni para Facundo, ni para Felipiño, ni para el Toribiño. Ni siquiera la Sardiña pudo evitar las llamas. La comarca enterró el entroido por este año en una tarde en la que la euforia dejó paso al llanto más desconsolado en los «funerales» por las distintas representaciones que don Carnal adopta a lo largo y ancho de Barbanza.
Aunque en lugares como Boiro el telón carnavalero no se bajará hasta el domingo debido a las actividades que hubo que aplazar por la lluvia, en la mayoría de los concellos los disfraces abandonaron las calles tras concurridos entierros como el celebrado en Ribeira.
Si la lluvia aguó buena parte de las celebraciones del carnaval, sí dio una tregua para que los vecinos de Santa Uxía se echasen a la calle para despedir al Felipe como es debido. Con puntualidad británica, la concurrida comitiva fúnebre, en la que no faltaron ni curas ni obispos, partió del entorno del auditorio para que el difunto recorriese por última vez la ciudad. Media hora duró un desfile al que, a cada paso, se sumaban más vecinos para dar su último adiós al carnaval.
El punto y final del recorrido fue de nuevo la zona del auditorio ribeirense, donde todo estaba dispuesto para un festival de pólvora que redujo a cenizas a Felipe: «¿Pero vano queimar de verdade?», preguntaba un niño a su padre. «Pois claro».
Misma escena
Efectivamente, lo quemaron de verdad, y en cuestión de minutos Felipe pasó a mejor vida, igual que le ocurrió a la Sardiña de Noia y de Outes, al Felipiño sonense, al Facundo de Muros y al Toribio rianxeiro. Todos ellos participaron en un último desfile por las calles de sus respectivas villas antes de acabar enterrados o quemados en una hoguera.
La despedida fue triste, entre llantos de amargura y música de charangas, quizá poco apropiada para un sepelio, pero, al fin y al cabo, Felipe, Felipiño, Toribiño o Facundo resucitarán milagrosamente dentro de un año para volver a llenar de comparsas, disfraces y alegría las calles de la comarca.
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El Entroido noiés se despide de la sardina con pena
En Porto do Son quemaron a ‘O Felipiño’ y Outes celebró el día grande con el concurso de disfraces y comparsas
El tiempo dio una tregua tras una infernal semana de lluvias y permitió que los desfiles para despedir el Entroido en la comarca de Noia lucieran en todo su esplendor. Aunque todavía queda por disfrutar el fin de semana de piñata, la comarca noiesa despedía oficialmente este miércoles a Don Carnal con la tradicional quema de la sardina en Noia y Outes, y O Felipiño en Porto do Son.
En Noia, una sardina de más de cinco metros de largo, ataviada para la ocasión, fue acompañada por centenares de personas y desconsoladas viudas, que expresaban su inmenso dolor. Previamente, se procedió a su velatorio en la praza do Tapal, donde los asistentes podían degustar un chocolate caliente al módico precio de cincuenta céntimos, que iban para Cruz Roja.
La comitiva fúnebre recorrió varias calles y paró en la Alameda, donde las desconsoladas viudas echaban sus coplas. El momento álgido se produjo ya bien entrada la noche cuando se procedió a la quema de la sardina en el paseo marítimo.
En Porto do Son quemaron a ‘O Felipiño’ y Outes celebró el día grande con el concurso de disfraces y comparsas
El tiempo dio una tregua tras una infernal semana de lluvias y permitió que los desfiles para despedir el Entroido en la comarca de Noia lucieran en todo su esplendor. Aunque todavía queda por disfrutar el fin de semana de piñata, la comarca noiesa despedía oficialmente este miércoles a Don Carnal con la tradicional quema de la sardina en Noia y Outes, y O Felipiño en Porto do Son.
En Noia, una sardina de más de cinco metros de largo, ataviada para la ocasión, fue acompañada por centenares de personas y desconsoladas viudas, que expresaban su inmenso dolor. Previamente, se procedió a su velatorio en la praza do Tapal, donde los asistentes podían degustar un chocolate caliente al módico precio de cincuenta céntimos, que iban para Cruz Roja.
La comitiva fúnebre recorrió varias calles y paró en la Alameda, donde las desconsoladas viudas echaban sus coplas. El momento álgido se produjo ya bien entrada la noche cuando se procedió a la quema de la sardina en el paseo marítimo.
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