24 octubre 2013

MANUEL JABOIS: Ninguna victoria


No hay victoria de ETA en que su asesina salga de la cárcel después de 23 años, tapada con una bandera y recibida por un puñado de familiares. Del mundo que dejó atrás, incluida la juventud, no queda nada. De su banda, restos de un naufragio: presos, exiliados, enfermos, arrepentidos y cuatro momias, dos escapadas. Si yo fuese Inés del Río y viese a mis contemporáneos –los que siempre me jalearon desde la distancia sin echarse al monte- ocupando cargos políticos, cobrando del Estado y siendo parte activa, si bien miserable, de la democracia española, me diría que para esto yo destrocé 23 familias y condené mi vida: para leer un pregón y que me bailen un aurresku. Sonoro triunfo, sí: el de los alcaldes, más bien, contando muertos para saber si es apta.

Victorias de ETA, ninguna. La banda terrorista no nació para negociar las condiciones de sus presos; su derrota ha sido tal que nadie recuerda ya qué querían, sino cómo lo querían: una derrota tan palmaria que las celebraciones son hoy en las puertas de las cárceles. Todo aquello que dependía del Estado de Derecho respecto a Inés del Río, el Estado de Derecho lo aniquiló, como era su deber, incluida su juventud. Cuando tuvo que haber hecho algo más llegó tarde y trastabillado porque el mérito de esta democracia es soportar gobiernos que nunca estuvieron a la altura de sus gobernados; un drama consustancial a nuestra historia.

Las alegrías que se avecinan de ETA no las quisiera nadie para sí y tiene su cosa estética de ficción, la habitual tramoya moral sobre la que han sostenido sus justificaciones los terroristas, pero además certifica un fracaso muy depurado: aquella banda que se decía heroica por levantarse contra una dictadura militar celebra hoy la aplicación de una ley franquista. Algo habremos hecho bien los demócratas.

Si hay una derrota, ya tradicional, es esa llamita inextinguible y sedimentada en una parte de la izquierda ya irrecuperable: la celebración puño en alto de la sentencia de Estrasburgo. La rudimentaria esquizofrenia ideológica española que sigue sospechando de quien condena sin fisuras a la banda como si hubiese por ahí polvillo del franquismo. Demócratas como usted y como yo, gente de prestigio y también diputados a los que siempre les encuentro la contundencia, la felicidad y el buen humor en las excarcelaciones, nunca en las detenciones, que llenan de adversativas, preocupados.

CARTA DE UNA MADRE A OTRA EN EL PAÍS VASCO

De madre a madre:

Vi tu enérgica protesta delante de las cámaras de TV en la manifestación de ayer a favor de la reagrupación de presos de ETA y su transferencia a cárceles del País Vasco.

Vi cómo te quejabas de la distancia que te separa de tu hijo y de lo que supone económicamente para ti ir a visitarlo como consecuencia de esa distancia.

Vi también toda la cobertura mediática que dedicaron a dicha manifestación, así como el soporte que tuviste de otras madres en la misma situación y de otras personas querían ser solidarias contigo, y que contáis con el apoyo de comisiones pastorales, órganos y entidades en defensa de los derechos humanos, ONG,s, etc., etc.

Yo también soy madre y puedo comprender tu protesta e indignación.

Enorme es la distancia que me separa de mi hijo. Trabajando y ganando poco, idénticas son las dificultades que tengo para visitarlo. Con mucho sacrificio sólo puedo visitarlo los domingos, porque trabajo incluso los sábados para el sustento y educación del resto de la familia.

Felizmente también cuento con el apoyo de amigos, familiares, etc.

Si aún no lo sabes, yo soy la madre de aquel joven que murió cuando se dirigía al instituto y que al pasar cerca de un coche aparcado, éste hizo explosión a causa de la bomba lapa que tu hijo puso en los bajos de ese coche. En la próxima visita, cuando tú estés besando y acariciando a tu hijo, yo estaré visitando al mío y depositándole unas flores en su tumba.

Ah!, se me olvidaba: ganando poco y sosteniendo la economía de mi casa, a través de los impuestos que pago, tu hijo seguirá durmiendo en un cómodo colchón y comiendo comida caliente todos los días.

Otra cosa querida: ni al cementerio, ni a mi casa, nunca vino ningún representante de esas entidades que tan solidarias son contigo, para darme apoyo ni dedicarme unas palabras de aliento, y ni siquiera para decirme cuáles son MIS DERECHOS.

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