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La sardina apenas da señales de vida en las lonjas y plazas de la zona
De momento, la sardina no parece querer invitarse al San Juan en Barbanza. A poco más de diez días de la fiesta, la especie está casi desaparecida de las plazas barbanzanas y en menor medida de las rulas. Y los motivos por los que se ausenta son muy variados. Pero detrás de todos ellos está una realidad como un templo: en los tiempos que corren, por mucha tradición que haya, el común de los consumidores prefiere ahorrarse unos euros y buscar una alternativa para mojar el pan. El jurel es el candidato a acabar encima de la bolla de maíz. Aunque hay que decir que su precio -ayer en la plaza de Ribeira iba a cuatro euros- tampoco contenta demasiado al personal.
¿Qué le pasa a la sardina? Son varios los males que la apartan de las lonjas. Para empezar, el tiempo de este año. Las bajas temperaturas no son buenas para esta especie pelágica, que necesita que el agua esté más caliente. Así que tras un invierno duro y con una primavera inexistente en marcha es lógico que no se le vea el pelo. Lo señalaban así patrones del cerco barbanzano, que indicaban que otros años los barcos que acuden a la costera de la anchoa en el País Vasco suelen venirse para Galicia a principios de junio para empezar a buscar sardina. Pero en esta ocasión todavía permanecen en el Cantábrico, aprovechando los últimos tragos de la costera.
Hay pocos barcos en la zona
Precisamente, ese es otro de los motivos por los que no está habiendo sardina. Hay pocos barcos cerqueros en la zona. Así que las únicas que están apareciendo por las rulas son de pequeñas embarcaciones, de algún que otro cerquero o de lanchas xeiteiras de Rianxo.
Asimismo, y según se oía decir ayer tanto a responsables de las rulas como a las placeras, se está yendo sardina para Portugal, ya que se celebra San Antonio mañana. Todas estas circunstancias hacen que esta especie esté ausente en las plazas y que la poca que hay se cotice a precio de oro. Por ejemplo, en la rula ribeirense el kilo llegó ayer a nada menos que cinco euros. El Portosín, como hubo más, se cotizó algo más bajo. Los datos de la subasta indican que el precio medio fue de 2,5 euros por kilo.
Sirva de ejemplo también lo que ocurría ayer en la plaza de Ribeira. No había ni una sola sardina en todo el recinto de ventas. Ni una. En un puesto, las únicas que asomaban la cabeza eran unas xoubas, que se cotizaban a siete euros y que por lo dicho por quien las vendía «teñen unha saída regular».
Al preguntarle a las vendedoras si comprarán sardina los próximos días aunque se cotice alto por aquello del tirón de San Juan, el no es casi unánime. Dicen que el personal no está para dispendios. Y que lo único que venden ya es «peixe que sexa barato». Es decir, que este año sigue empeñado en acabar con los refranes: más allá del 40 de mayo y no se puede quitar el sayo y ahora tampoco en San Juan la sardina mojará el pan.
«A xente xa non anda con festas nin con nada, véndese pouco e a prezos baixos»
Balbina Triñanes
De momento, la sardina no parece querer invitarse al San Juan en Barbanza. A poco más de diez días de la fiesta, la especie está casi desaparecida de las plazas barbanzanas y en menor medida de las rulas. Y los motivos por los que se ausenta son muy variados. Pero detrás de todos ellos está una realidad como un templo: en los tiempos que corren, por mucha tradición que haya, el común de los consumidores prefiere ahorrarse unos euros y buscar una alternativa para mojar el pan. El jurel es el candidato a acabar encima de la bolla de maíz. Aunque hay que decir que su precio -ayer en la plaza de Ribeira iba a cuatro euros- tampoco contenta demasiado al personal.
¿Qué le pasa a la sardina? Son varios los males que la apartan de las lonjas. Para empezar, el tiempo de este año. Las bajas temperaturas no son buenas para esta especie pelágica, que necesita que el agua esté más caliente. Así que tras un invierno duro y con una primavera inexistente en marcha es lógico que no se le vea el pelo. Lo señalaban así patrones del cerco barbanzano, que indicaban que otros años los barcos que acuden a la costera de la anchoa en el País Vasco suelen venirse para Galicia a principios de junio para empezar a buscar sardina. Pero en esta ocasión todavía permanecen en el Cantábrico, aprovechando los últimos tragos de la costera.
Hay pocos barcos en la zona
Precisamente, ese es otro de los motivos por los que no está habiendo sardina. Hay pocos barcos cerqueros en la zona. Así que las únicas que están apareciendo por las rulas son de pequeñas embarcaciones, de algún que otro cerquero o de lanchas xeiteiras de Rianxo.
Asimismo, y según se oía decir ayer tanto a responsables de las rulas como a las placeras, se está yendo sardina para Portugal, ya que se celebra San Antonio mañana. Todas estas circunstancias hacen que esta especie esté ausente en las plazas y que la poca que hay se cotice a precio de oro. Por ejemplo, en la rula ribeirense el kilo llegó ayer a nada menos que cinco euros. El Portosín, como hubo más, se cotizó algo más bajo. Los datos de la subasta indican que el precio medio fue de 2,5 euros por kilo.
Sirva de ejemplo también lo que ocurría ayer en la plaza de Ribeira. No había ni una sola sardina en todo el recinto de ventas. Ni una. En un puesto, las únicas que asomaban la cabeza eran unas xoubas, que se cotizaban a siete euros y que por lo dicho por quien las vendía «teñen unha saída regular».
Al preguntarle a las vendedoras si comprarán sardina los próximos días aunque se cotice alto por aquello del tirón de San Juan, el no es casi unánime. Dicen que el personal no está para dispendios. Y que lo único que venden ya es «peixe que sexa barato». Es decir, que este año sigue empeñado en acabar con los refranes: más allá del 40 de mayo y no se puede quitar el sayo y ahora tampoco en San Juan la sardina mojará el pan.
«A xente xa non anda con festas nin con nada, véndese pouco e a prezos baixos»
Balbina Triñanes
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