03 diciembre 2013

Una gallega pelea 20 años por un visado en EE. UU.


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Victoria Seráns, con raíces en Porto do Son, narró su experiencia a través del periódico «The New York Times»

Victoria Seráns Vidal era muy joven, apenas veinte años, cuando en 1986 decidió dejar atrás Galicia y poner rumbo a Estados Unidos. Buscaba allí un futuro mejor no solo para ella, sino también para su hija, pero el sueño americano, en su caso, tardó en llegar. Nada menos que dos décadas. Hace solo unos días, Victoria Seráns narraba su experiencia como inmigrante en un reportaje del periódico The New York Times firmado por John Otis.

Desde Porto do Son, lugar de origen de su familia, Victoria llegó a Estados Unidos con un visado diplomático y pronto comenzó a trabajar como niñera en el hogar de un diplomático argentino en Manhattan. Su nueva vida parecía comenzar con buen pie, aunque la entonces joven sonense recuerda esa época con «mucho llanto». Había tenido que dejar a su pequeña con sus padres y la sostenía la idea de conseguir un poco de dinero para poder regresar a Galicia después de unos años.

Durante esos primeros tiempos, viajaba periódicamente a casa para ver a su niña. Pero su jefe dejó su cargo en la Cámara Argentino-Americana de Comercio y, con él, Victoria perdió también su empleo. Su último visado expiró en 1991, y desde entonces, la barbanzana permaneció en Estados Unidos convertida en una inmigrante ilegal.

Traslado a Queens

Pasó por algún otro trabajo, hasta que en 1997 dio a luz a otro hijo y se trasladó, con el padre de este, a Long Island City, en el distrito neoyorquino de Queens. La pareja tuvo aún otro hijo, pero se separó dos años después y Victoria denunció haber sido víctima de violencia doméstica, según relata The New York Times. Desde entonces, y pese a que esporádicamente el padre de sus hijos le enviaba algún dinero, fueron los cupones de alimentos los que le permitieron sacar adelante a sus pequeños. Deseaba trabajar, pero sus situación de ilegal no lo hacía fácil. «Una se siente cautiva, siente que sus manos están atadas, ves que no tienes manera de salir ni de avanzar», recuerda Victoria.

Así fue hasta que se cruzó en su camino la East River Development Alliance, una organización de ayuda a las personas con dificultades económicas. Allí recibió apoyo y asesoramiento, y gracias a ello pudo conseguir el visado U, una carta que se otorga a los inmigrantes indocumentados que son víctimas, entre otros delitos, de violencia doméstica. Ha sido un paso importante para ella, que espera conseguir la ciudadanía estadounidense que está ahora mismo tramitando.

«Siempre me repetía: "Tengo que trabajar. Tengo que trabajar"», dice. Así que, con su documentación en la mano, Seráns comenzó la búsqueda de trabajo. Entró en contacto con la Community Service Society, que le concedió 300 dólares para que adquiriese ropa para las entrevistas de trabajo y 112 para una tarjeta de metro. La mujer se matriculó en un programa de formación como asistente de salud, un trabajo que no le resulta ajeno tras atender a uno de sus hijos, con un problema de autismo leve y un trastorno de hiperactividad. «Es maravilloso -expone-; después de tantos años de no trabajar, todo lo que quiero hacer es trabajar. Soy como un niño con un juguete nuevo».

Ahora, espera obtener un diploma que le reconozca el título de educación secundaria y sueña con poder cursar la carrera de enfermería. «En este momento, es como un sueño. Estoy centrada en lo que tengo que hacer ahora, mi trabajo y mis hijos. Pero ya he pasado muchas cosas y sé que voy a ser capaz de hacerlo algún día».

La hija que había dejado en Galicia se ha hecho mayor y vive y trabaja en Ribeira, según confirmaba ayer su abuelo. Su madre habla así de la relación de ambas en su entrevista en The New York Times: «Durante un tiempo tuvimos problemas. Sentía como si la hubiese abandonado. Ahora que ha crecido y entiende las cosas, la relación es maravillosa».
Una gallega pelea 20 años por un visado en EE. UU.

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