:lvg: | 13/07/2010
El triunfo de la selección española en el Mundial fue celebrado por todo lo alto en la comarca, con chapuzones y cánticos que se prolongaron hasta la madrugada.
Al grito de «Soy español, español» y «sí, sí, la copa viene para aquí», cientos de personas tiñeron de rojo las calles cuando el pitido final transformó en realidad el sueño de ver a la selección española de fútbol campeona del mundo.
Las calles, vacías desde las ocho de la tarde, se convirtieron en un alboroto, no había vuvuzelas, pero sí bocinazos, trompetas, tambores y cánticos, muchos cánticos. Los barbanzanos sufrieron con la selección hasta que Iniesta clavó el esférico en la malla y si Casillas no pudo reprimir las lágrimas, en la comarca también hubo escenas de emocionados abrazos y ojos empañados.
El triunfo se celebró a lo grande y no faltaron los clásicos chapuzones. Los ribeirenses hicieron de Pedra Pateira y su fuente el punto neurálgico de una fiesta en la que no faltó la copa y en la que el rey fue un gran pulpo hinchable que, desde luego, se llamaba Paul y pasaba de mano en mano. Los boirenses se remojaron en A Cachada, pero en todas las calles había hombres y mujeres, niños y adultos, ondeando banderas y bufandas. El rojo era el color de la noche, bien con la camiseta de la selección o con cualquier otra prenda de este tono.
En Noia, la Alameda fue el ejemplo de la emoción de un sentimiento colectivo: unidos por la roja. Hasta el Grumir se encargó de mojar al respetable porque la fuente del Campo da Feira no tenía agua y la afición estaba tan seca como la tierra africana.
Barbanza fue un clamor que no cesó hasta la madrugada. Las principales plazas de la localidad fueron escenario de la alegría de haber vivido un momento histórico. En A Pobra, donde tres empresas instalaron una pantalla gigante en la plaza Segundo Durán, cientos de personas siguieron con nerviosismo el encuentro y luego, con emoción, la victoria.
Rianxo, Muros, Mazaricos y Porto do Son. En definitiva, movidos por la marea roja de Del Bosque y sus 23, la comarca vibró al unísono.
Al grito de «Soy español, español» y «sí, sí, la copa viene para aquí», cientos de personas tiñeron de rojo las calles cuando el pitido final transformó en realidad el sueño de ver a la selección española de fútbol campeona del mundo.
Las calles, vacías desde las ocho de la tarde, se convirtieron en un alboroto, no había vuvuzelas, pero sí bocinazos, trompetas, tambores y cánticos, muchos cánticos. Los barbanzanos sufrieron con la selección hasta que Iniesta clavó el esférico en la malla y si Casillas no pudo reprimir las lágrimas, en la comarca también hubo escenas de emocionados abrazos y ojos empañados.
El triunfo se celebró a lo grande y no faltaron los clásicos chapuzones. Los ribeirenses hicieron de Pedra Pateira y su fuente el punto neurálgico de una fiesta en la que no faltó la copa y en la que el rey fue un gran pulpo hinchable que, desde luego, se llamaba Paul y pasaba de mano en mano. Los boirenses se remojaron en A Cachada, pero en todas las calles había hombres y mujeres, niños y adultos, ondeando banderas y bufandas. El rojo era el color de la noche, bien con la camiseta de la selección o con cualquier otra prenda de este tono.
En Noia, la Alameda fue el ejemplo de la emoción de un sentimiento colectivo: unidos por la roja. Hasta el Grumir se encargó de mojar al respetable porque la fuente del Campo da Feira no tenía agua y la afición estaba tan seca como la tierra africana.
Barbanza fue un clamor que no cesó hasta la madrugada. Las principales plazas de la localidad fueron escenario de la alegría de haber vivido un momento histórico. En A Pobra, donde tres empresas instalaron una pantalla gigante en la plaza Segundo Durán, cientos de personas siguieron con nerviosismo el encuentro y luego, con emoción, la victoria.
Rianxo, Muros, Mazaricos y Porto do Son. En definitiva, movidos por la marea roja de Del Bosque y sus 23, la comarca vibró al unísono.
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