:lvg: | 8/5/2011
Pues sí, ha empezado la campaña electoral. Desde hoy mismo quedan 13 días para que las urnas vuelvan a abrir sus estrechas bocas para atiborrarse de papeletas hasta el empacho hasta que, cuando llegue la hora, acaben vomitando sentencias. Probablemente estemos ante los comicios más complicados de la democracia municipal, porque hay muchas circunstancias que distorsionan el ejercicio de la reflexión: el paro es, sin duda, la más importante; sobre él hay que discernir hasta que punto es responsable uno u otro partido, por acción u omisión, es decir, PSOE o PP, Zapatero o Rajoy... pero resulta que en las farolas cuelgan carteles con imágenes de personas que no se corresponden con las de los citados, que tras el 22-M seguirán en sus puestos, uno rezando para que, el mes que viene, empiecen los brotes verdes; el otro, orando para que la crisis, cual granizada en primavera, acabe con el metafórico proceso natural.
Que no, que no... que ninguno de los dos optarán a las alcaldías, que de lo que se trata es de elegir entre este vecino, aquel, el otro o el de más allá; entre uno de los nuestros que tiene la valentía de poner el careto para intentar gestionar los intereses de todos, en estos tiempos raros que parece que cada uno anda a lo suyo, que casi todo hijo de vecino se está buscando la vida para no perder el empleo o para mantenerlo. Se trata de un ejercicio de supervivencia, por eso tienen mérito todos los que integran las listas electorales, desde los que las encabezan hasta el último reserva, en días en los que se mira a los políticos con desconfianza, en los que los culpamos de todo, hasta de que el Real Madrid ganase la copa, o que el Barça tenga a tiro la liga. Todo es culpa de quienes nos representan, ¿no será que son el recurso fácil sobre el que arrojar nuestra frustración? Y uno no se distingue por ser benévolo con ellos, pero algo de injusticia hay.
La política municipal es la que tiene más mérito porque, como bien reflexionaba un amigo que fue el mejor concejal que he conocido (era tan bueno que se fue en plena cresta de la ola), es la del cuerpo a cuerpo, en la que quien ocupa un cargo se encuentra cada día cara a cara con el ciudadano, vive sus problemas y, en ocasiones, hasta tiene que hacer de psicólogo en cuestiones que ni siquiera puede resolverle. Puede ser la más desagradable, porque el político justo tiene que tomar decisiones que pueden perjudicar a su amigo o a un familiar a nivel individual, con las repercusiones que eso suele acarrear, y la más agradecida, cuando ves que los tuyos te respaldan mayoritariamente o que da frutos tu trabajo por el bien común.
Borrones y desprestigio
Claro que hay borrones que empañan la política municipal y personas que la desprestigian, y no es necesario entrar en detalle porque todos sabemos diferenciar entre lo bueno y lo malo, pero eso no debe ser óbice para reconocer el mérito de la porrada de barbanzanos que, por el momento, han puestos sus nombres para propiciar el hecho democrático de poder elegir en libertad entre una serie de opciones; que van a dar la cara, durante estos 13 días, en tiempos en los que es difícil refugiarse bajo las siglas de los partidos políticos; que, después de la constitución de los ayuntamientos, a finales de junio, tendrán que poner a funcionar la imaginación para hacerlo lo mejor posible con menos fondos que nunca.
Todos ellos se merecen el respeto de los que no damos el paso para optar a esos puestos que son imprescindibles para garantizar una mínima calidad de vida y una convivencia en armonía. Ya llegarán los tiempos de juzgar su gestión, y, pasados cuatro años, de someterlos de nuevo al refrendo de las elecciones. No debemos olvidar que si podemos criticar el trabajo de nuestros representantes, si es posible cambiarlos porque no nos gustan es porque estamos en una democracia, con sus innumerables virtudes y todos sus defectos. Ejerzámosla cívicamente.
Que no, que no... que ninguno de los dos optarán a las alcaldías, que de lo que se trata es de elegir entre este vecino, aquel, el otro o el de más allá; entre uno de los nuestros que tiene la valentía de poner el careto para intentar gestionar los intereses de todos, en estos tiempos raros que parece que cada uno anda a lo suyo, que casi todo hijo de vecino se está buscando la vida para no perder el empleo o para mantenerlo. Se trata de un ejercicio de supervivencia, por eso tienen mérito todos los que integran las listas electorales, desde los que las encabezan hasta el último reserva, en días en los que se mira a los políticos con desconfianza, en los que los culpamos de todo, hasta de que el Real Madrid ganase la copa, o que el Barça tenga a tiro la liga. Todo es culpa de quienes nos representan, ¿no será que son el recurso fácil sobre el que arrojar nuestra frustración? Y uno no se distingue por ser benévolo con ellos, pero algo de injusticia hay.
La política municipal es la que tiene más mérito porque, como bien reflexionaba un amigo que fue el mejor concejal que he conocido (era tan bueno que se fue en plena cresta de la ola), es la del cuerpo a cuerpo, en la que quien ocupa un cargo se encuentra cada día cara a cara con el ciudadano, vive sus problemas y, en ocasiones, hasta tiene que hacer de psicólogo en cuestiones que ni siquiera puede resolverle. Puede ser la más desagradable, porque el político justo tiene que tomar decisiones que pueden perjudicar a su amigo o a un familiar a nivel individual, con las repercusiones que eso suele acarrear, y la más agradecida, cuando ves que los tuyos te respaldan mayoritariamente o que da frutos tu trabajo por el bien común.
Borrones y desprestigio
Claro que hay borrones que empañan la política municipal y personas que la desprestigian, y no es necesario entrar en detalle porque todos sabemos diferenciar entre lo bueno y lo malo, pero eso no debe ser óbice para reconocer el mérito de la porrada de barbanzanos que, por el momento, han puestos sus nombres para propiciar el hecho democrático de poder elegir en libertad entre una serie de opciones; que van a dar la cara, durante estos 13 días, en tiempos en los que es difícil refugiarse bajo las siglas de los partidos políticos; que, después de la constitución de los ayuntamientos, a finales de junio, tendrán que poner a funcionar la imaginación para hacerlo lo mejor posible con menos fondos que nunca.
Todos ellos se merecen el respeto de los que no damos el paso para optar a esos puestos que son imprescindibles para garantizar una mínima calidad de vida y una convivencia en armonía. Ya llegarán los tiempos de juzgar su gestión, y, pasados cuatro años, de someterlos de nuevo al refrendo de las elecciones. No debemos olvidar que si podemos criticar el trabajo de nuestros representantes, si es posible cambiarlos porque no nos gustan es porque estamos en una democracia, con sus innumerables virtudes y todos sus defectos. Ejerzámosla cívicamente.
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