:lvg: | 18/5/2011
Su infancia, el paso por la comisión misionera estudiantil o sus deseos de cambio social forman parte de sus recuerdos
La infancia es el kilómetro cero de cualquier persona. La vida sigue y se pasa por otros ciclos vitales como la niñez, adolescencia y juventud hasta llegar a la condición de adulto. Una vez aquí, hay gente de la que resulta fácil suponer cómo fueron las anteriores etapas. Pero en la figura de Ánxela Franco, candidata del BNG a la alcaldía sonense, los 49 años que carga sobre su espalda han dado para tanto que resulta casi imposible imaginar que la dama de hierro de la política barbanzana formase parte de la comisión misionera de estudiantes durante el tiempo que vivió interna en el colegio de monjas de Oleiros.
La imagen que la actual teniente de alcalde sonense ha cedido corresponde a 1963, cuando tenía un año de edad. Fue tomada en Noia por uno de los muchos retratistas que en aquella época -y en otras todavía más pretéritas- recorrían las comarcas gallegas para retratar a jóvenes y mayores por igual. «Aínda vive a mestra que me deu clase con tres ou catro anos, e sempre recorda como eu xa con aquela idade era moi gobernante, xa que cando xogábamos aos curas eu sempre tiña que ser o cura, e iso descolocaba a máis dun».
Internado de monjas
Pero su relación con el clero no se quedó ahí. Con cinco años y coincidiendo cuando sus padres emigraron a Nueva York, la candidata nacionalista y su hermana se mudaron al internado de San Martiño de Oleiros. Allí vivieron cerca de diez años y, según explica la protagonista de este texto, «non foron especialmente duros, de feito o recordo que teño é bo. Formaba parte da comisión misioneira de estudantes e estaba convencida da miña vocación de misioneira, así que está todo dito».
Con la adolescencia ya asentada en su cuerpo, la actividad académica siguió en la villa noiesa. Vivía con una tía suya en una de las casas de los soportales del coliseo Noela. Durante ese tiempo cursó estudios de administrativa que, coincidiendo con los primeros años ochenta, tuvieron su apéndice en la capital compostelana. «Foi cando descubrín que había moitas cousas por facer na sociedade e empecei a interesarme pola política. Descubrín un mundo novo que me fixo pasar da comisión de misioneiros ao Bloque Nacionalista Galego» explica con cierta sorna.
Esta incondicional vecina de Caamaño, parroquia sonense de la que procede su familia y donde nació de parto natural en la casa de sus abuelos, sigue proclamando a los cuatro vientos que un Porto do Son mejor es posible.
La infancia es el kilómetro cero de cualquier persona. La vida sigue y se pasa por otros ciclos vitales como la niñez, adolescencia y juventud hasta llegar a la condición de adulto. Una vez aquí, hay gente de la que resulta fácil suponer cómo fueron las anteriores etapas. Pero en la figura de Ánxela Franco, candidata del BNG a la alcaldía sonense, los 49 años que carga sobre su espalda han dado para tanto que resulta casi imposible imaginar que la dama de hierro de la política barbanzana formase parte de la comisión misionera de estudiantes durante el tiempo que vivió interna en el colegio de monjas de Oleiros.
La imagen que la actual teniente de alcalde sonense ha cedido corresponde a 1963, cuando tenía un año de edad. Fue tomada en Noia por uno de los muchos retratistas que en aquella época -y en otras todavía más pretéritas- recorrían las comarcas gallegas para retratar a jóvenes y mayores por igual. «Aínda vive a mestra que me deu clase con tres ou catro anos, e sempre recorda como eu xa con aquela idade era moi gobernante, xa que cando xogábamos aos curas eu sempre tiña que ser o cura, e iso descolocaba a máis dun».
Internado de monjas
Pero su relación con el clero no se quedó ahí. Con cinco años y coincidiendo cuando sus padres emigraron a Nueva York, la candidata nacionalista y su hermana se mudaron al internado de San Martiño de Oleiros. Allí vivieron cerca de diez años y, según explica la protagonista de este texto, «non foron especialmente duros, de feito o recordo que teño é bo. Formaba parte da comisión misioneira de estudantes e estaba convencida da miña vocación de misioneira, así que está todo dito».
Con la adolescencia ya asentada en su cuerpo, la actividad académica siguió en la villa noiesa. Vivía con una tía suya en una de las casas de los soportales del coliseo Noela. Durante ese tiempo cursó estudios de administrativa que, coincidiendo con los primeros años ochenta, tuvieron su apéndice en la capital compostelana. «Foi cando descubrín que había moitas cousas por facer na sociedade e empecei a interesarme pola política. Descubrín un mundo novo que me fixo pasar da comisión de misioneiros ao Bloque Nacionalista Galego» explica con cierta sorna.
Esta incondicional vecina de Caamaño, parroquia sonense de la que procede su familia y donde nació de parto natural en la casa de sus abuelos, sigue proclamando a los cuatro vientos que un Porto do Son mejor es posible.
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