06 noviembre 2011

Tatarí, tarí, tarí

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Lo del título viene a cuento de que cada vez que hay elecciones y campaña electoral, sin poder remediarlo, me vienen a la cabeza las carreras de camellos de las ferias. Puede que sea por el charlatán de turno que estaba todo el rato hablando, pero no decía casi nada. O por la sensación que tenía siempre de que en el fondo todo estaba decidido o amañado. Lo cierto es que después de bastantes citas electorales una se mira y comprueba que la ilusión se ha convertido en escepticismo. Que la llamada fiesta de la democracia ha tornado en mero botellón demagógico, cuando menos en la mayoría de sus expresiones públicas. Una borrachera con resaca que mina nuestras convicciones y nos lleva a la desmotivación. Algo que usted y yo, y muchas más personas, compartimos pero que parece totalmente ajeno a sus actores.

Estamos ante una situación muy complicada. Impredecible. Que se le escapa de las manos no ya a Zapatero, Rajoy o Rubalcaba, sino a la Merkel o al propio Obama. Una situación que se lleva por delante una forma de entender el mundo y la sostenibilidad del Estado de bienestar. Que ha tumbado mitos y leyendas. Una tormenta que nos ha zarandeado el núcleo duro de nuestras creencias y ha demostrado que nadie vigilaba al que vigilaba.

Y mientras eso sucede ¿qué hacen, dicen o proyectan nuestros candidatos? Pues uno ha hecho del no decir bandera y otro pretende ser el Ave Fénix. Ya no te digo por niveles más bajos. Si mañana en el debate de Rajoy y Rubalcaba ambos siguen correteando por los cerros de Úbeda ¡qué 500.000 euros tan mal gastados! Somos conscientes de que no es fácil presentar un proyecto para cuatro años en las actuales circunstancias. Incluso es complejo hacerlo para los próximos meses.

Pero hay que exigirle a las dos personas que tienen posibilidades de gobernar este terruño -una más que la otra, pero que nadie se fie- que digan claramente cuáles serán sus líneas maestras de actuación. Por qué modelo, de los dos que hay encima de la mesa, optarán.

Pero hoy también hay menciones positivas. La primera por la decisión de la Diputación de Pontevedra de dotar de una capa de asfalto antideslizante al vial de Catoira a Caldas. Más vale tarde que nunca. Sólo queda esperar que se acometa con urgencia para evitar más accidentes este invierno.

La segunda es para el presidente Alberto Núñez Feijoo por parar la escandalosa sangría del Gaiás, teleférico incluido. Un insulto al sentido común comenzado por Fraga Iribarne y después continuado, e incrementado, por Touriño y Quintana.

¡Cuánto habremos de lamentar las miles de obras públicas innecesarias! Alumbrados para leiras, pistas polideportivas a monte, zonas recreativas sin niños, centros sociales sin contenido alguno o las carreteras a ninguna parte. Y las instalaciones arruinadas sin tan siquiera llegar a tener actividad. Que si grave ya fue ejecutarlas, más grave es haberlas hecho hipotecando nuestro futuro y a costa de las inversiones productivas que sí eran realmente indispensables. Que digan cómo piensan arreglarlo.

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