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Recortes en las subvenciones y retrasos en el cobro con sus principales enemigos
Mantienen, pese a las dificultades, la prestación de servicios, pero las asociaciones sin ánimo de lucro que funcionan en Barbanza están casi al límite. La crisis económica, que en este caso se traduce en recortes en las ayudas que reciben de las Administraciones públicas y en el retraso en su cobro, asfixia de tal modo a estas entidades que desde alguna se habla ya de pasar a la acción, abandonado la labor de despachos y montando revueltas en la calle.
La situación más dramática es la que afecta a las asociaciones que prestan servicio y apoyo a los colectivos de personas discapacitadas. Su labor es imprescindible pues, atienden, forman y mantienen ocupados a vecinos que, sin su existencia, no tendrían a dónde recurrir, por lo menos en el ámbito territorial barbanzano. Pese a ello, alguno de estos colectivos se ha visto obligado a recortar programas y a despedir a trabajadores debido a los recortes presupuestarios. Y muchos creen que lo peor está todavía por llegar.
Desde Amicos se cuantifica en un 30% la caída de los ingresos procedentes de subvenciones. Ello ha llevado a la asociación a reducir iniciativas, sobre todo en el ámbito lúdico, y a impulsar medidas de autofinanciación, apostando por actividades que, al tiempo que mantienen ocupados a los usuarios, reportan ingresos. Es el caso del taller de artes gráficas, del invernadero de agricultura ecológica o del vivero de plantas.
Pese a que estos pequeños negocios permiten hacer algo de caja, Amicos tiene un importante proyecto paralizado por la falta de fondos: la construcción de una residencia en Boiro. Unión Europea y Diputación de A Coruña han aprobado ya el 70% del coste de la obra, pero la asociación es incapaz de hacerse con el 30% restante.
Posible préstamo
La situación también es preocupante en Ambar, cuya junta directiva está incluso valorando la posibilidad de recurrir a un préstamo bancario. El colectivo tiene firmado un convenio con la Xunta, en virtud del cual, recibe una cantidad por cada usuario al que presta servicio, fondos con los que hace frente, sobre todo, al pago de los salarios de los profesionales. El cobro de dichas ayudas lleva tres meses de retraso y las arcas de la asociación están en números rojos.
Sus colegas muradanos de Adisbismur ya han tenido que adoptar medidas drásticas para evitar la bancarrota: despedir a dos trabajadores del centro de Valadares. Desde el colectivo señalan que llevan dos años sin recibir un solo euro para el mantenimiento de la asociación, una subvención que hasta esa fecha eran ingresos fijos.
También los noieses de A Creba han tenido que recurrir a un expediente de regulación de empleo, asfixiados por los recortes presupuestarios. Pese a que el colectivo presta servicio a vecinos de once municipios, solo recibe apoyo estable de tres concellos. Para salvar el déficit, la entidad está incidiendo en la autofinanciación, pero a veces no resulta viable cobrar a los usuarios, pues se trata de personas con ingresos muy limitados.
Ocurre lo mismo en el Stand, donde han tenido que aplicar un incremento a las cuotas de los usuarios y han instaurado un sistema de copago en algún servicio, por ejemplo, en el de fisioterapia para los más pequeños. Antes tenía carácter gratuito pero, dado que peligraba su continuidad, los beneficiarios tienen ahora que realizar una pequeña aportación.
El futuro de estas importantes asociaciones es incierto. Algunas han decidido llamar a la puerta de empresas privadas e incluso de los particulares para tratar de seguir adelante.
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Por derecho
Algunos colectivos han pasado a depender de las donaciones
Pocos recursos, mucha voluntad
Mantienen, pese a las dificultades, la prestación de servicios, pero las asociaciones sin ánimo de lucro que funcionan en Barbanza están casi al límite. La crisis económica, que en este caso se traduce en recortes en las ayudas que reciben de las Administraciones públicas y en el retraso en su cobro, asfixia de tal modo a estas entidades que desde alguna se habla ya de pasar a la acción, abandonado la labor de despachos y montando revueltas en la calle.
La situación más dramática es la que afecta a las asociaciones que prestan servicio y apoyo a los colectivos de personas discapacitadas. Su labor es imprescindible pues, atienden, forman y mantienen ocupados a vecinos que, sin su existencia, no tendrían a dónde recurrir, por lo menos en el ámbito territorial barbanzano. Pese a ello, alguno de estos colectivos se ha visto obligado a recortar programas y a despedir a trabajadores debido a los recortes presupuestarios. Y muchos creen que lo peor está todavía por llegar.
Desde Amicos se cuantifica en un 30% la caída de los ingresos procedentes de subvenciones. Ello ha llevado a la asociación a reducir iniciativas, sobre todo en el ámbito lúdico, y a impulsar medidas de autofinanciación, apostando por actividades que, al tiempo que mantienen ocupados a los usuarios, reportan ingresos. Es el caso del taller de artes gráficas, del invernadero de agricultura ecológica o del vivero de plantas.
Pese a que estos pequeños negocios permiten hacer algo de caja, Amicos tiene un importante proyecto paralizado por la falta de fondos: la construcción de una residencia en Boiro. Unión Europea y Diputación de A Coruña han aprobado ya el 70% del coste de la obra, pero la asociación es incapaz de hacerse con el 30% restante.
Posible préstamo
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