12 mayo 2011

Cartelería

:lvg: | 12/5/2011
Ya están aquí colgando de las farolas las imágenes amables de nuestros vecinos, aquellos que nos quieren gobernar. Ahí están abandonadas al sol, a la lluvia y al viento, las sonrisas amables y cuatrienales de los candidatos que pretenden el voto de sus paisanos para tomar posesión de su escaño en el salón de plenos. Se oye decir con frecuencia, esta especie sembrada por los demagogos, que todos los políticos son iguales. No es cierto y si en algún momento electoral se desmonta esta teoría, es precisamente en las elecciones municipales.

Cuando uno vota para elegir a quien gobierne su pueblo debiera medir bien la papeleta porque tal acto le compromete en grado sumo al depositar su confianza en unas personas concretas a las que cree conocer bien. Aún así, la ideología tira, de modo que no es frecuente que un votante de convicciones progresistas vote a un conservador o viceversa. En las municipales este asunto luce más. El conocimiento de los candidatos hace que el voto pueda volar al ser tenido muy en cuenta el valor de aquel a quien va destinado.

Hay candidatos que, dada su conducta insana o su vapuleada imagen, aunque se apoyen en un partido de campanillas pueden no tener fácil el acceso al gobierno. Es el clásico, «con este non me meto ao mar». Así que en Noia hay partido y no está muy claro si lo mejor será un buen ataque o una defensa sobria de los principios de cada quién. Mientras los mítines se suceden y los altavoces vocean mensajes, la ciudadanía, a estas horas, ya casi tiene señalado su voto.

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