14 agosto 2010

«No falté a mi oficio en 40 años, por eso el Concello de Marsella me dio la medalla del trabajo»

:lvg: | 14/8/2010
Barbanzanos en su rincón. CARMEN SALGUEIRO
Emigrada a Francia, regresa siempre que puede a su pueblo para recordar una infancia de la que «poco o nada queda ya».


Recorre su rincón elegido con calma. Lo mira repetidas veces y concluye que «ya no queda de él, solo el agua en la que nos bañábamos». Así se refiere Carmen Salgueiro a su espacio preferido en la villa sonense, su pueblo natal. Se trata de A Sagrada, la zona de baño en la que «cuando era niña nadábamos en los días de verano. Ahora poco o nada queda ya, el paseo no existía y lo primero que había eran aquellas casas de piedra de los pescadores que nadie se ha preocupado de conservar».

Su tono tranquilo muta cuando menta los cambios que el urbanismo ha provocado en Porto do Son. Comenta que «no es como en Noia, en donde por lo menos lo que había lo supieron conservar y ahora explotar. Por eso, cuando la visitas tienes cosas para ver, no solo edificios nuevos».

Carmen Salgueiro recuerda el pueblo que dejó antes de emigrar a Francia: «Las gallinas y los cerdos estaban en el camino, incluso en la casa que hizo mi abuelo y que ahora heredé yo después de mis padres». Se trata de una vivienda de varias plantas con patio interior «de las que me gustan y apenas quedan en Porto do Son, y a la que vengo a vivir cuando estoy en Galicia. Incluso me casé en esta casa cuando solo era una niña de 19 años», explica.

Cambio de vida

Aunque emigró a Francia en 1968, nada tuvo que ver su realidad con las revueltas estudiantiles que por entonces provocaban la comunidad universitaria gala. Fue su hermana, que ya residía en el país vecino, quien le encontró el trabajo. «En cuanto me llamó para decirme que había algo me fui con mi marido, que estaba en el Gran Sol y con mi hijo».

Carmen Salgueiro explica que el motivo de instalarse en el país galo fue que «lo de tener a mi marido embarcado no era vida, ya que estaba mucho tiempo solo, por eso en cuanto pudimos nos largamos para vivir todos juntos y empezar una nueva vida».

Fue en ese momento cuando inició una etapa que todavía hoy no ha llegado a su final. «Mi hermana encontró un puesto en casa de una familia noble francesa. Un trabajo para los dos. Yo tenía que atender la casa y la cocina y mi marido la finca», explica antes de continuar desvelando que «estos condes querían un matrimonio español por cuestiones culinarias principalmente. Recuerdo que el primer día me preguntó la señora si sabía cocinar y yo le dije que si ya que la caldeirada, pescado frito o empanada las hacía en casa desde pequeña. La sorpresa fue cuando me preguntó por la paella, algo que yo no sabía ni lo que era, ya que en Galicia y en el rural aquello no se preparaba nunca».

Reconocimiento

Carmen Salgueiro explica que fue la señora la que le enseñó a cocinar muchos platos, además de postres, siendo el resultado de esta relación una convivencia de 20 años en la misma casa. Cuando ellos dejaron el palacio del siglo XVIII, fue el Concello de Marsella el que asumió la gestión y conservación del inmueble, dejando a este matrimonio gallego mantener sus ocupaciones.

Pasados otros 20 años, hace pocos meses, el Concello decidió premiar a Carmen Salgueiro por su infatigable labor: «No falté a mi oficio en 40 años, por eso el Concello de Marsella me dio la medalla del trabajo», explica este ejemplo de constancia laboral que aunque se siente sonense, reconoce que no dejaría Francia «por nada. Son muchos años y toda la familia».

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