13 agosto 2010

La acampada libre prolifera en la comarca sin que se le ponga coto

:lvg: | 13/8/2010
A Curota, la zona del castro de Baroña y de la playa de Queiruga son puntos neurálgicos de este tipo de práctica. Los propietarios de los cámpings muestran su indignación y dicen que están hartos de avisar a las autoridades.

Recorrer la costa barbanzana y toparse con caravanas o tiendas de campaña esparcidas por los espacios públicos o incluso por fincas privadas es algo bastante habitual, pese a tratarse de una práctica que no está permitida. Dada esta circunstancia, parece lógico que los propietarios de cámpings pongan el grito en el cielo. Sirva una frase de uno de estos empresarios, el pobrense Manuel Domingo Rodríguez, como muestra de la indignación que reina en el sector: «Acábannos cos negocios, aquí nin as autoridades nin as forzas da orde se preocupan, e isto non se pode aturar. Nas épocas de vacas gordas iámolo levando, pero agora non se pode soportar semellante cousa, hai caravanas e tendas por todas partes».

Si el pobrense Manuel Domingo Rodríguez se pronuncia así, desde el cámping de Barraña, en Boiro, no hacen una valoración mejor: «Claro que nos fai moito mal a acampada libre, pero en Boiro é imposible loitar contra iso, hai que lembrar que ata o Concello puxo un lugar para autocaravanas, e non lles está cobrando, ¿acaso esa non é competencia?». La mujer que habla desde el establecimiento boirense alude al área municipal de Barraña, donde sí está permitido aparcar las caravanas, algo que en el sector de los cámpings no gusta, como llevan denunciando desde hace bastante tiempo.

También en Porto do Son dicen que se las ven y se las desean con la acampada libre. Concretamente, desde el cámping Os Castros explican que ya fueron varias las ocasiones en las que tuvieron que alertar a las autoridades porque «había xente coas tendas a poucos metros do noso negocio, parecía unha burla».

En Muros y en Ribeira, al parecer, las cosas van algo mejor. Por ejemplo, desde el cámping Coroso cuentan que sí se percataron de la existencia de campistas en zonas no permitidas, pero que hablaron con ellos y se acabó el problema. En el caso muradano, en un negocio llamado Ancoradoiro, señalan que esa batalla la dan por perdida y que «simplemente entendemos que esa gente no es clientela, no nos preocupamos por ellos».

Al preguntar a los propietarios de los cámpings, todos coinciden en varias ideas. La primera, que el control sobre las zonas naturales es nefasto, por lo que siempre son ellos los que tienen que avisar a la Guardia Civil o a la policía para que levante los campamentos prohibidos.

Por otra parte, también hacen hincapié en otra cuestión. Señalan que ellos tienen la obligación de tener los datos de todos sus clientes y entregárselos a las fuerzas del orden y que, sin embargo, «a las personas que están por fuera, libremente y por donde quieren, no las controlan nadie». Pusieron el ejemplo de que cuando vino el rey a la comarca -estuvo en Jealsa el año pasado- en sus negocios se hicieron controles «y sin embargo a los de fuera nada». También señalan que la acampada libre muchas veces supone un peligro puesto que se hacen barbacoas sin que se trate de espacios habilitados para ello.

Localizaciones

Dado que son muchas las ocasiones en las que llaman a las fuerzas del orden para denunciar la situación, los propietarios de los cámpings son capaces de dar una lista de los puntos neurálgicos de la proliferación de tiendas y de caravanas. Citan sitios como Baroña o Queiruga, en Porto do Son, Mañóns (Boiro) y también el monte de A Curota. Los empresarios del sector hablan con una sola voz al pedir más control por parte de las autoridades para evitar «un tipo de turismo que no beneficia a ninguén, soamente pode ocasionar graves problemas».

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Los cámpings están que trinan por la proliferación de la acampada libre. Dicen que sus negocios están contra las cuerdas. Y que siempre son ellos los que tienen que dar los avisos para que se levanten los campamentos en zonas ilegales. Su queja suena a viejo, porque se repite todos los años como si fuese una canción del verano. El problema es que la solución no llega. Y eso duele en tiempos de crisis.

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